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Y mandadas observar de los Reyes por todo el Reyno que ratificadas no solo de los plebeyos
de ordinaria, sino de los magistrados y letrados así antiguos como modernos. =
Lo 2o se debe advertir que en el discurso de este tratado, solo se trata de las ce­
remonias, de ofertas que los chinos hacen a sus difuntos según la secta literaria, y no de
las que hacen a los mesmos difuntos según la secta de los budas que vinieron de la India
o de otros innumerables que han ido inventando, que de estas tenemos todos los minis­
tros un mesmo sentir y siempre se han prohibido como supersticiosas. Da lo cual
se debe advertir que los chinos en sus trajes, cortesías, y ceremonias son uniformes
en todo el Reyno, de suerte que en cuanto a lo substancial de dichas ceremonias, lo mis­
mo se hallará en los pueblos y aldeas, que en las ciudades y villas, siendo solo la
diferencia en lo suntuoso o parco, según la pobreza o abundancia del que las
hace; porque todos se gobiernan por los libros ceremoniales del chuchas que qu­
dan dichos; y así su experiencia y gracia de estos puntos no solo se experi­
menta en las ciudades y metrópolis sino en los lugares y pueblos pequeños, pues
en todos ellos suele haber letrados y escuelas donde se enseña su secta literaria,
y para ser un hombre docto en ella no es necesario el que vaya a cursar en las uni­
versidades (que no las hay en este Reyno) sino que estudie por sí. Se parece en este
punto, porque se ha escrito y dice que nosotros nos regimos para fundar nues­
tros sentir en lo que hemos visto en las aldeas, y hemos visto a los aldeanos
rudos e ignorantes, y que por ser tan pobres y no tener con qué hacer las ofertas
a sus difuntos nos ha sido fácil el prohibirlo a nuestros cristianos, pues todos
son de esta laya. Ya tengo respondido a esto en otra parte. Aquí solo digo
que si lo que trajere en este tratado no fuere de más autoridad que la que da el
dicho de unos aldeanos, no se dé crédito a ella, ni se haga caso. Fuera de que (como
queda dicho) cuando lo que se hace en las aldeas y lo que dicen los aldeanos con­
cuerda con lo que se hace en las ciudades y con lo que se dice en sus lib. clási­
cos, ya no es autoridad de aldeas, ni de aldeanos, sino de Reyes valiosos y los
letrados.

Lo 3o se advierta; que en la versión, y traducción de las autoridades
que aquí traigo de los libros sínicos, y en la explicación de sus letras, no
solo sigo el común sentir e inteligencia de sus intérpretes, y diccionarios si­
nicos, sino el parecer, y sentir de algunos letrados cristianos, a quienes he
consultado, que no solo son muy entendidos en sus letras, sino muy en­
tratados en la ley del Señor (que esto segundo es muy necesario para que nos digan
la verdad) y aunque las autoridades que aquí traigo son tan claras,
que cualquier ministro que sepa medianamente sus letras las podrá
entender, con todo eso no me fío de mi sentir, ni del estudio de más 50 años
que tengo de sus libros, sino cuales examiné con todo cuidado como piden
materias de tanta consideración; y me he aprovechado también de la explicación de
su inteligencia que los Padres de la Compañía dan a dichas letras en su vocabulario europeo, y en
los libros que tienen impresos de letra china en este Reyno; y nunca diré co­
sa que no la funde en sus libros, ni explicaré autoridad alguna dándole el senti­
do que pudiera tener (como lo hace el Padre Franco. Prancato) sino el que tiene y le
dan sus intérpretes. Que, a querer nosotros explicarla y darles buen sentido, bi­
en la pudiéramos hacer, pero no hace fuerza dicha explicación por no ser según la inte­
ligencia

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