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Año 1, Tomo 1, Número 9

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dr e la que no haya estudiado la gravedad de sus deberes, la altura de su misión y la terrible responsabilidad que tiene ante la familia y la sociedad. Mas para atender á la educación de la mujer, bastará con que desde la más tierna infancia se le haga ingresar á los colegios? ¿Acaso por el solo hecho de que la mujer posea ciertos conocimientos y cierto grado de ilustración, ya está libre de la seducción, de ese temible enemigo del sexo débil? La vida práctica y la historia demuestran lo contrario, y ambas nos presentan á las pasiones dominando en todas las clases sociales, sin exceptuar á las personas de notoria instrucción, quienes en no pocos casos sienten más su tiranía. Preciso es convencerse en vista de esto, de que si la ignorancia y la necesidad prestan gran contingente al vicio, también los principios fijos y la debilidad de creencias son las que hacen olvidar los más sagrados deberes á todas esas infortunadas mujeres que á cada paso nos presenta la civilización moderna, hundidas en el cieno de la prostitución.

Necesario es prescindir de esa educación que reciben las jóvenes en algunos colegios, que sólo contribuye á fomentar la vanidad de la mujer, proporcionándole ideas que más tarde la llevan á creerse sabia porque habla más ó menos bien el inglés y francés, toca medianamente algún instrumento, dirige el lápiz sobre el papel satinado, tiene algunas nociones de historia y geografía y sabe de memoria algunas fórmulas sociales; y creyéndose con esto rica de sabiduría y dando por terminada su educación, rehusa inspeccionar los trabajos de sus criados; conceptúa iudecoroso de su ilustración confeccionar sus trajes y vestir con sencillez y se ocupa únicamente de mil bagatelas y frivolidades. Esta falsa y decantada ilustración, es la que proporciona á la mujer un amor propio sin límites, un orgullo insoportable, una extremada fatuidad y una odiosa altivez. Esta es la llamada instrucción que posee esa multitud de frívolas jovencitas que encontramos á cada paso en la sociedad, donde se hacen notar, por lo que nombran despejo, vivacidad é ingenio y que yo llamaré, desenvoltura y pedantería, por no darle otro nombre. Austeras en su moral y voluptuosas en su conducta, hablan constantemente de virtud, al paso que anhelan el placer: no buscan en el matrimonio más que los deleites del lujo y del amor, desechando los deberes de la: maternidad: elogian á la humildad, y se sonrojan de saludar en presencia de otros á algunas de sus amigas, cuya fortuna no es igual á la suya: el deseo de captarse la admiración dle todos, las hace ser inconstantes y sin principios fijos. Sin piedad, sin religión, sin moralidad, sin plan y sin principios, concluyen por causar la desgracia de su esposo, si algún desgraciado cautivado por su hermosura física ó por su aparente y superficial ilustración, les ofrece su corazón y su mano.

El único recurso que hay (en mi humilde opinión) para evitar ese cámulo de males que redundan forzosamente en perjuicio de la sociedad, prescindiendo de toda preocupación, es no formar bachilleras y séres inútiles para todo lo que no sea cubrirse de afeites, lazos y perfumes, sino impartir á la mujer una sólida enseñanza sobre bases religiosas, de las que no se puede prescindir, sin acabar con la sociedad. No basta la ley civil para evitar el vicio; es necesario un temor superior, una esperanza más sublime y menos flexible. La ley civil anatematiza por ejemplo, el adulterio, pero sólo desde que este crimen se presenta ante

ella; esto es, desde que es un hecho y se manifiesta al ex. terior; mas la virtud y la religión lo condenan desde que la imaginación lo concibe permitiéndolo la voluntad.

Necesario es que las madres, convirtiéndose en amorosas maestras, guíen siempre los primeros pasos de sus hijas hacia la instrucción, y que sólo hasta que en el infantil corazón de la mujer estén profundamente grabadas las ideas de virtud, religión, amor filial, modestia, laboriosidad y demás sentimientos que la trasforman en un sér amable y privilegiado, le toque su vez á los maestros, que hallando el terreno bien preparado, encontrarán discípulas inmejorables, dóciles y atentas á sus explicaciones.

Lo primero que se debe inculcar á una niña es el amor á la virtud, á la religión y á la fe: esta, es el único y más seguro refugio que nos queda en la adversidad, y el pedestal inmutable de todas las virtudes.

Un corazón sin fe, es un erial, un árido desierto, un campo estéril é infecundo, ajeno á todo cultivo y que no ofrece ni rosas aromáticas, ni frutos deliciosos.

¡Cuántas veces en los pesares de mi vida, en que mis ilusiones se han trocado en la más espantosa realidad, dejando en mi pecho un vacío terrible y desconsolador, he encontrado un suave lenitivo en los sentimientos de fe que mi buena madre y mis sabias profesoras grabaron en mi corazón!

La franqueza, la dulzura, la inocencia y el pudor, conservan la virtud; los vicios por el contrario, la alejan. Para conservar en nuestra alma tan preciada joya, se debe sacrificar sin vacilación alguna las exigencias de la vida material. La laboriosidad, es la segunda base de la edu— cación femenil, haciendo que la mujer adquiera en el amor al trabajo, una segunda naturaleza. Desde que la mujer se halla en las albores de la vida, se la-debe acostumbrar á levantarse con la aurora, haciendo que ayude en mayor ó menor escala según su edad, al aseo de la casa y el suyo propio, de manera que á la bora del desayuno, se halle vestida, limpia y peinada, y tenga aprendida alguna de sus lecciones. Siempre se le debe instruir con preferencia en todos log conocimientos necesarios al hábil gobierno de una casa, y lespués, desarrollar su inteligencia, para presentarla en la sociedad rica de adornos morales, más bellos, útiles y preferibles que los chales, gasas y blondas.

Una joven debe aprender forzosamente toda clase de trabajo doméstico: á distribuir el tiempo para sí y para sus criadas: á llevar la cuenta del gasto diario y á no desear nada más de lo justo, ni á envidiar el lujo y posición de las demás.

Necesario es que desprecie por vanos, ridículos, anti-estéticos y anti-higiénicos, todos esos caprichos de la moda que nos vienen del extranjero y por cuya adquisición, doloroso es confesarlo, sacrifican multitud de mujeres la paz de su hogar y el patrimonio de sus hijos.

¡Cuán pocas son las damas que dejan un periódico de modas para sucribirse á otro de ciencias y literatura! En cambio á muchas he visto enrojecerse de vergiienza cuando no van vestidas á la dernière.

Ojalá que todas las mujeres adquiriesen una profesión, arte ú oficio conforme á su inteligencia, aptitud y fortuna, para que le sirviese de escudo contra la miseria en todas las eventualidades de la vida, cuidando de que esto no sirva únicamente para halagar su vanidad, sino para pro

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Año 1, Tomo 1, Número 14

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LA INSTRUCCIÓN PÚBLICA

No me creo juez competente para decidir hasta donde haya de llegar la instrucción de la mujer; pero sostengo que no deben cerrarse á esta las vías del saber: ya le señalarán límites su aptitud y su razón. Los conocimientos, lo propio que las capacidades, tienen innumerables grados. Lo importante es no negar sistemática y arbitrariamente á las mujeres los medios de alcanzar aquella instrucción que apetezcan ó necesiten. Preguntar si han de convertirse todas en doctoras es evidente insensatez ó burda y extremada malicia, ¿Quién desempeñará mejor las augustas y trascendentales funciones de madre? ¿la que abunde en buenos sentimientos, pero sea ignorante, ó la que igualando á aquella en corazón, la supere en conocimientos? ¡Cuántos errores, de largas consecuencias, de muy difícil y á veces imposible remedio, cometerá con la mejor intención la primera! ¡qué brillante porvenir y magníficas disposiciones hará malograr con su ciego cariño y dirección desacertada! ¿No vemos diariamente á niños que en el curso de sus estudios son víctimas de madres sin ilustración y, por lo mismo, con más hinchadas pretensiones? ¿No sucede á menudo que la viudez pone súbitamente á una mujer al frente de cuantioso capital y complicados negocios? ¿no le convendría por extremo poseer inteligencia cultivada? ¿Por qué, cuando se halla la mujer en penosas circunstancias de fortuna; cuando le arranca lágrimas la orfandad; cuando la miseria prodiga en su camino espinas y piedras, han de ser sus únicos recursos trabajos manuales ó serviles, exiguamente retribuidos? ¿Por qué, ignorante y necesitada, ha de quedar expuesta á la prostitución, monstruo que escarnece muestra civilización y trueca en mercader abyecto, en abismo de vileza, al sér que, como virgen, es á veces la vestal del amor, numen de poesía; como esposa, el ángel de los consuelos y de las nobles exhortaciones y, como madre, tan luminosa, tan alta personificación de virtudes y ternura, que solamente saben nuestros labios bendecirla y nuestro corazón adorarla? Tienen los norte-americanos tan digno concepto de la mujer, que la instruyen, no sólo para diversificar y acrecer sus medios de adquirir bienestar, posición lucida, sino que también, y esto es de suma importancia, para que siendo capaz de proporcionarse holgada existencia por sí misma, no mire el matrimonio como un lucrativo negocio, como las Indias, de las mujeres sin caudal. En fin, si por su más exquisita naturaleza física y moral, por lo etéreo de sus ingénitas aspiraciones, parece predestinada la mujer á sacerdotisa de lo bello, á mantener viva la celeste llama de los sentimientos nobles, ¿por qué emparedarla y empequeñecerla en las tareas menos espirituales? ¡No arranquéis sus alas á esa calandria que, palpitante de entusiasmo, se

remonta para bañarse gozosa en los esplendores del sol de la verdad!

Una de las carreras que más amplia y frucbuosa han abier» to los Estados Unidos á la mujer es la del magisterio en todos sus grados. El gran número de maestros que, en tiempo de Lincoln, perecieron lidiando por la redención de los esclavos, produjo una eseasez de profesores que aumentó extraordinariamente al concluirse la guerra y ser preciso iniciar en la vida intelectual á cuatro millones de libertos. Entonces muchas mujeres se dedicaron á la enseñanza, demostrando, según informes oficiales, “una capacidad, una destreza, un tacto, que difícilmente se hallan en los hombres.” Por los motivos ya expuestos y porque en los Estados Unidos hay copiosas tareas y especulaciones con las cuales se logra una riqueza que en país ninguno ofrece la enseñanza, han ido aumentándose las profesoras y disminuyendo los profesores, fenómeno al cual ha contribuido la co-instrueción que en muchas escuelas y colegios reciben alumnos de ambos sexos, En 1872, constituían mujeres el 70 por 100 de las personas dedicadas á la enseñanza primaria; en 1867 había en Baltimore 500 maestras y únicamente 50 maestros.

Tres establecimientos de instracción superior para señoritas descuellan en los Estados Unidos: el colegio de Packer, el de Rutger y el de Vassar. Las asignaturas que más fructuosamente se cultivan en el primero son la Geometría, el Algebra, la Historia, la Geografía y la Literatura. En el colegio de Rutger se profundizan bastante las Matemáticas, lo propio que el francés y el alemán, limitándose á la traducción de autores fáciles el estudio del latín y griego. A los seis años reciben las alumnas un diploma equivalente al grado de bachiller en artes. En el colegio de Vassar ingresan las señoritas, previos felices exámenes en Retórica, traducción y explicación de cuatro libros de los comentarios de sar, otros tantos discursos de Cicerón, los seis primeros cantos de la Eneida, Algebra hasta las ecuaciones de segundo grado y elementos de historia universal y pueden cursar á su elección, en cuatro años, las siguientes asignaturas: Latín, Griego, Francés, Alemán, Italiano, Lógica, Economía Política, Literatura inglesa y extranjera, Matemáticas, Historia Universal, Física, Química, Anatomía y Fisiología. Han acreditado las alumnas que en ninguna de las expresadas materias son inferiores á sus émulos del otro sexo. Lo mismo observó durante muchos años M. Fairchild, sucesivamente profesor de Griego, Latín, Hebreo, Matemáticas puras y aplicadas y Ciencias filosóficas, en el importante colegio de Oberlin, frecuentado por estudiantes de entrambos sexos.

En la universidad de Michigan asistió monsieur Hippeau á una explicación que sobre Tucídides hizo, en sustitución de su padre, la hija del catedrático griego y, según dice el mismo, hubiérale maravillado la superioridad del desempeño, á no haber presenciado á menudo igual fenómeno en otros establecimientos docentes de los Estados Unidos.

Con tal motivo recuerdo que en el siglo IV de nuestra era daba en Alejandría brillantes cursos públicos de Filosofía y Matemáticas la bella poetisa Hipatia, ferozmente despedazada por un populacho fanático, precisamente cuando estaba ella

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exponiendo nobles y puras doctrinas. En tiempo de los Reyes Católicos Dª Francisca de Lebrija reemplazaba lucidamente á su padre, catedrático de Retórica en la universidad de Alcalá; explicaba Dª Lucía de Medrano en la de Salamanca; admirablemente comentaba á los más difíciles autores latinos y hablaba el idioma de estos Dª Beatriz Galindo, íntima amiga de Isabel la Católica; se distinguían también por su saber la marquesa de Monteagudo y Dª María de Pacheco, hija del conde de Tendilla. Más tarde brilló Luisa Sigea, tan erudita é inmerecidamente desgraciada, ¿Cómo en España, donde fulguró esa pléyade; donde nació la doctora de Avila; donde cantó cual Píndaro y emuló á Sófocles, la insigne cubana Avellaneda y hoy florecen las Sras. Arenal, Sinués, Pardo Bazán, muéstrase lamentable tibieza respecto á lsainstrucción de la mujer? Bien sé que para esta se fundó en Madrid por generosa iniciativa del Sr. D. Fernando Castro, una escuela de institutrices, á la cual agregose posteriormente una de comercio. ¿Por qué Barcelona, Sevilla, Valencia, Zaragoza, no han seguido el ejemplo de la capital? ¿Por qué ni en esta ni en aquellas se establecen escuelas para enfermeras, así como escuelas industriales para mujeres?

En pro de la instrucción femenil van mostrando creciente empeño varias naciones de Europa. En muchas ciudades ha fundado Francia cursos superiores para señoritas, lo propio que, en París, una escuela de contabilidad y otra de dibujo, ambas para adultas.

Además de ofrecer el imperio alemán numerosas escuelas primarias á las niñas, no olvida la segunda enseñanza de las adolescentes. Berlín posee siete escuelas superiores para señoritas: tres sostenidas por el Estado, y las demás por el municipio. También existe la escuela Real, análoga á las anteriores, y que, entre sus secciones, comprende una escuela normal gratuita. Para ingresar en ella es preciso tener diez y seis años, pertenecer á familia de limpia fama y, en un examen, tanto oral como por escrito, acreditar conocimientos de la lengua patria y la francesa, Escritura, Aritmética, Geografía é Historia. En la escuela modelo ó Müsterschule de Francfort se combinan ingeniosamente, como en los Estados Unidos, los ejercicios gimnásticos de las señoritas con la música y el canto. En 1872 el reino de Prusia contaba 260 escuelas superiores para el bello sexo y 47 los demás estados del imperio alemán, con un total de 44,221 alumnas. La culta ciudad de Leipzig, la gran librería de Europa, ha reparado al fin la incuria con que miraba la enseñanza de la mujer, antes reducida á la lectura y escritura. Bajo el patronato de la princesa de Prusia y varios personajes se ha fundado en Berlín el Liceo de Victoria, donde á las adolescentes se dan conferen cias de Historia natural, Historia universal, Historia del arte y de las principales literaturas. Hasta donde es posible, las disertaciones sobre la última materia se hacen en el idioma de la nación respectiva.

Para las mujeres se han organizado en Hungría cursos científicos y literarios. Muchas de aquellas desempeñan allí destinos en las oficinas de telégrafos y correos y con buen éxito se han examinado algunas en taquigrafía. Cosa parecida ocurre en Rusia con apoyo del Gobierno, En la se-

suda Inglaterra se han fundado numerosas asociaciones, ya para instrucción de la mujer, ya para protejerla en sus esfuerzos por crearse un ventajoso porvenir. Las Universidades las admiten á examen: en uno celebrado por la de Cambridge las materias más lucidamente probadas fueron Historia nacional, francés y latín. Tampoco ha descuidado Italia asunto de tal importancia; por lo que en él han hecho merecen la Confederación helvética y Suecia simpatía y respeto profundos.

Notorios son los conflictos de la delicadeza femenil en ciertas enfermedades ante la precisión de acudir á un médico: por extremo tristes han sido á ocasiones las consecuencias. Los Estados Unidos franquean á la mujer el estudio de la Medicina y Cirujía y es ya crecido el número de las que, con saber y capacidad innegables, ocúpanse en curar á personas de su sexo y á niños. En 1870 el rey de Suecia abrió á las mujeres de su país el ejercicio de la Medicina. En la distinguida Universidad de Zurich han estudiado aquella ciencia muchas damas y señoritas rusas. Yo creo que á la presente civilización corresponde que en todos los países haya escuelas especiales donde la mujer aprenda medicina sin los actuales inconvenientes.

Me he extendido algo sobre enseñanza femenil, no solamente porque es un rasgo muy notable de la instrucción pública en los Estados Unidos, sino que también porque recuerdo estas felices palabras del conde de Maistre: “En el regazo de la mujer se forma lo más excelente del mundo, esto es, un hombre de bien y una mujer honrada".

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Año 1, Tomo 1, Número 19

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EDUCACIÓN

Esta es una palabra que se oye por todas partes y que suena como moneda corriente. Fulano es rico, todo un gallardo mozo, pero no tiene educación. Zutana es bonita, pero.... y su familia ¡vamos! si carece de educación. Y siempre y por doquiera aparece ese eterno estribillo. Si quisiésemos se nos diera una definición correcta, por qué y en qué consiste la educación, difícilmente la podríamos obtener, aun de aquellas personas que motejan á otras en este sentido. Muchos dirán: pues la palabra es tan clara que no necesita explicación. Y es que la educación la adapta el individuo á su voluntad, comprendiéndola de distintas maneras y en diversas formas. Unos la hacen consistir en observar un estilo ceremonioso y afectado en el cual abundan de tal manera las cortesías y los cumplimientos, que fastidian al que por desgracia tiene que tratarlos frecuentemente; otros en no olvidar el día del santo de sus amigos, su cumpleaños, el aniversario de su matrimonio, todas las fechas memorables; no dejándolas pasar desapercibidas y que se les crea desatentos y mal educados; y en las señoras es casi una falta el no llevar la moda en todo su rigor y exageración. ¿Y á esto se puede llamar educación? De ninguna manera. Ella está ligada sin duda alguna con todos los deberes que el hombre ó la mujer contraen desde que vienen á la vida, sea cual fuere el lugar de su nacimiento, la religión que profese ó las leyes que le rijan; pero tiene que formarse de tres puntos precisos y necesarios para que sea completa: el religioso, el político y el social.

La religión es la base de que parten los otros dos, y estas creencias de la niñez podrán ser erróneas, pero son las que marcan en el corazón del hombre la conducta que seguirá más tarde, aun cuando haya nacido en China ó en Turquía. La política, para cumplir los deberes de ciudadano y las obligaciones que contrae con su patria; y la social, su porvenir, el respeto y consideración de sus semejantes y la tranquilidad y felicidad del hogar. Unidas estas, es lo que puede constituir una perfecta educación. De aquí se deduce, que se puede ser sabio á la vez que malvado, millonario é ignorante, trabajador y laborioso, pero rudo y grosero; y que á pesar de ser útil á sí mismo y á los demás, bien por el empleo que tiene ó por la profesión que ejerza, ni es feliz ni mucho menos, porque la una sin las otras deja un vacío imposible de satisfacer y el cual puede ser causa de la desgracia del hombre ó de la mujer. El verdadero mérito no consiste solamente en ser buen matemático, un hábil cirujano ó un notable abogado; se necesita también ser estimado, tenido por honrado, con agradable trato y de atentas mane. ras.

En el mismo caso se encuentra la mujer. Bueno es que una señorita lleve consigo la dote de la instrucción, pero antes que esto, debe saber cómo debe conducirse en sociedad, cosa en la que hoy por desgracia poco ó nada se fija la atención, y cuántas veces vemos en el seno de las familias á esas mismas jóvenes que son muy instruidas, desconocer por completo los deberes sociales que las ligan con padres, hermanos y amigas; tener un trato brusco, ser soberbias, altaneras y presuntuosas, riñendo constantemente con la moderación, y creyendo que porque

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tienen conocimientos, con esto lo tienen todo. ¡Error gravísimo y de fatales consecuencias, sobre todo para la tranquilidad doméstica. Una educación completa hace feliz al que la posee y á los demás, ya sea que el invierno cubra de nieve la cabeza, ó bien que la juventud lleve las alas de sus doradas ilusiones. La ancianidad vive de recuerdos y estos sólo pueden ser gratos si ellos alimentan la satisfacción de haber cumplido con todos los deberes que Dios y la sociedad nos han impuesto. Y para los jóvenes, qué mayor bien que caminar con seguro paso por la senda difícil de la vida!

De esta manera el tiempo pasa insensible 4 su lado, trayendo consigo un mundo de esperanzas.

Los padres defamilia deben procurar hasta donde les sea posible que sus hijos formen su educación bajo las bases que hemos indicado. En la mujer son necesarias é indispensables la primera y la última, porque es la que más tarde imprimirá en el hogar las primeras nociones de estos deberes haciendo que el niño pueda ser un hombre útil á sí mismo, á sus semejantes y á su patria. Descorrer el velo de la ignorancia en que muchos fundan la educación, hacer que el entendimiento desarrolle ideas nobles y elevadas, comprendiendo las ventajas que la religión, la instrucción y la urbanidad pueden dar unidas, extendiendo la esfera de su poder para que cada uno saque las ventajas que quiera para sí ó en beneficio de los suyos, por medio de una educación sólida y verdadera. Fácil es obtenerla, porque la religión nos da creencias saludables y sanas para la tranquilidad del espíritu; la ciencia nos ofrece obras hermosísimas, ya sea en el firmamento, bien en los campos, ora en el mar ó en las entrañas de la tierra; la sociedad, porque no puede haber conversación agradable si no es ayudada por el saber y conducida por la urbanidad.

Tal es la educación que puede hacer tanto al hombre como á la mujer buenos, honrados y felices, Búsquense los medios para conseguir este fin, y una vez obtenido, hágase buen uso de él, que sólo en esto consiste la educación.

IGNACIA PADILLA DE PIÑA.

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