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EDUCACIÓN

Esta es una palabra que se oye por todas partes y que
suena como moneda corriente. Fulano es rico, todo un ga-
llardo mozo, pero no tiene educación. Zutana es bonita,
pero.... y su familia ¡vamos! si carece de educación. Y
siempre y por doquiera aparece ese eterno estribillo. Si
quisiésemos se nos diera una definición correcta, por qué
y en qué consiste la educación, difícilmente la podríamos
obtener, aun de aquellas personas que motejan á otras en
este sentido. Muchos dirán: pues la palabra es tan clara
que no necesita explicación. Y es que la educación la adap-
ta el individuo á su voluntad, comprendiéndola de distin-
tas maneras y en diversas formas. Unos la hacen consis-
tir en observar un estilo ceremonioso y afectado en el cual
abundan de tal manera las cortesías y los cumplimientos,
que fastidian al que por desgracia tiene que tratarlos fre-
cuentemente; otros en no olvidar el día del santo de sus
amigos, su cumpleaños, el aniversario de su matrimonio,
todas las fechas memorables; no dejándolas pasar desa-
percibidas y que se les crea desatentos y mal educados; y
en las señoras es casi una falta el no llevar la moda en
todo su rigor y exageración. ¿Y á esto se puede llamar
educación? De ninguna manera. Ella está ligada sin du-
da alguna con todos los deberes que el hombre ó la mujer
contraen desde que vienen á la vida, sea cual fuere el lu-
gar de su nacimiento, la religión que profese ó las leyes
que le rijan; pero tiene que formarse de tres puntos pre-
cisos y necesarios para que sea completa: el religioso, el
político y el social.

La religión es la base de que parten los otros dos, y
estas creencias de la niñez podrán ser erróneas, pero
son las que marcan en el corazón del hombre la con-
ducta que seguirá más tarde, aun cuando haya nacido
en China ó en Turquía. La política, para cumplir los de-
beres de ciudadano y las obligaciones que contrae con
su patria; y la social, su porvenir, el respeto y considera-
ción de sus semejantes y la tranquilidad y felicidad del
hogar. Unidas estas, es lo que puede constituir una per-
fecta educación. De aquí se deduce, que se puede ser sa-
bio á la vez que malvado, millonario é ignorante, trabaja-
dor y laborioso, pero rudo y grosero; y que á pesar de ser
útil á sí mismo y á los demás, bien por el empleo que tie-
ne ó por la profesión que ejerza, ni es feliz ni mucho me-
nos, porque la una sin las otras deja un vacío imposible
de satisfacer y el cual puede ser causa de la desgracia del
hombre ó de la mujer. El verdadero mérito no consiste
solamente en ser buen matemático, un hábil cirujano ó un
notable abogado; se necesita también ser estimado, teni-
do por honrado, con agradable trato y de atentas mane.
ras.

En el mismo caso se encuentra la mujer. Bueno es que
una señorita lleve consigo la dote de la instrucción, pero
antes que esto, debe saber cómo debe conducirse en socie-
dad, cosa en la que hoy por desgracia poco ó nada se fija
la atención, y cuántas veces vemos en el seno de las fa-
milias á esas mismas jóvenes que son muy instruidas,
desconocer por completo los deberes sociales que las li-
gan con padres, hermanos y amigas; tener un trato brus-
co, ser soberbias, altaneras y presuntuosas, riñendo cons-
tantemente con la moderación, y creyendo que porque

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