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exponiendo nobles y puras doctrinas. En tiempo de los Re-
yes Católicos Dª Francisca de Lebrija reemplazaba lucida-
mente á su padre, catedrático de Retórica en la universidad
de Alcalá
; explicaba Dª Lucía de Medrano en la de Sala-
manca
; admirablemente comentaba á los más difíciles au-
tores latinos y hablaba el idioma de estos Dª Beatriz Ga-
lindo
, íntima amiga de Isabel la Católica; se distinguían
también por su saber la marquesa de Monteagudo y Dª Ma-
ría de Pacheco
, hija del conde de Tendilla. Más tarde bri-
lló Luisa Sigea, tan erudita é inmerecidamente desgraciada,
¿Cómo en España, donde fulguró esa pléyade; donde nació
la doctora de Avila; donde cantó cual Píndaro y emuló á
Sófocles, la insigne cubana Avellaneda y hoy florecen las
Sras. Arenal, Sinués, Pardo Bazán, muéstrase lamentable
tibieza respecto á lsainstrucción de la mujer? Bien sé que
para esta se fundó en Madrid por generosa iniciativa del
Sr. D. Fernando Castro, una escuela de institutrices, á la
cual agregose posteriormente una de comercio. ¿Por qué
Barcelona, Sevilla, Valencia, Zaragoza, no han seguido el
ejemplo de la capital? ¿Por qué ni en esta ni en aquellas
se establecen escuelas para enfermeras, así como escuelas
industriales para mujeres?

En pro de la instrucción femenil van mostrando crecien-
te empeño varias naciones de Europa. En muchas ciudades
ha fundado Francia cursos superiores para señoritas, lo pro-
pio que, en París, una escuela de contabilidad y otra de
dibujo, ambas para adultas.

Además de ofrecer el imperio alemán numerosas escue-
las primarias á las niñas, no olvida la segunda enseñanza
de las adolescentes. Berlín posee siete escuelas superiores
para señoritas: tres sostenidas por el Estado, y las demás
por el municipio. También existe la escuela Real, análoga
á las anteriores, y que, entre sus secciones, comprende una
escuela normal gratuita. Para ingresar en ella es preciso
tener diez y seis años, pertenecer á familia de limpia
fama y, en un examen, tanto oral como por escrito, acre-
ditar conocimientos de la lengua patria y la francesa, Es-
critura, Aritmética, Geografía é Historia. En la escuela
modelo ó Müsterschule de Francfort se combinan ingenio-
samente, como en los Estados Unidos, los ejercicios gim-
násticos de las señoritas con la música y el canto. En 1872
el reino de Prusia contaba 260 escuelas superiores para el
bello sexo y 47 los demás estados del imperio alemán, con
un total de 44,221 alumnas. La culta ciudad de Leipzig,
la gran librería de Europa, ha reparado al fin la incuria
con que miraba la enseñanza de la mujer, antes reducida
á la lectura y escritura. Bajo el patronato de la princesa de
Prusia y varios personajes se ha fundado en Berlín el Li-
ceo de Victoria
, donde á las adolescentes se dan conferen
cias de Historia natural, Historia universal, Historia del
arte y de las principales literaturas. Hasta donde es posi-
ble, las disertaciones sobre la última materia se hacen en
el idioma de la nación respectiva.

Para las mujeres se han organizado en Hungría cursos
científicos y literarios. Muchas de aquellas desempeñan allí
destinos en las oficinas de telégrafos y correos y con buen
éxito se han examinado algunas en taquigrafía. Cosa pa-
recida ocurre en Rusia con apoyo del Gobierno, En la se-

suda Inglaterra se han fundado numerosas asociaciones, ya
para instrucción de la mujer, ya para protejerla en sus es-
fuerzos por crearse un ventajoso porvenir. Las Universi-
dades las admiten á examen: en uno celebrado por la de
Cambridge las materias más lucidamente probadas fueron
Historia nacional, francés y latín. Tampoco ha descuidado
Italia asunto de tal importancia; por lo que en él han he-
cho merecen la Confederación helvética y Suecia simpatía
y respeto profundos.

Notorios son los conflictos de la delicadeza femenil en
ciertas enfermedades ante la precisión de acudir á un médi-
co: por extremo tristes han sido á ocasiones las consecuen-
cias. Los Estados Unidos franquean á la mujer el estudio
de la Medicina y Cirujía y es ya crecido el número de las
que, con saber y capacidad innegables, ocúpanse en curar
á personas de su sexo y á niños. En 1870 el rey de Suecia
abrió á las mujeres de su país el ejercicio de la Medicina.
En la distinguida Universidad de Zurich han estudiado
aquella ciencia muchas damas y señoritas rusas. Yo creo
que á la presente civilización corresponde que en todos los
países haya escuelas especiales donde la mujer aprenda
medicina sin los actuales inconvenientes.

Me he extendido algo sobre enseñanza femenil, no sola-
mente porque es un rasgo muy notable de la instrucción
pública en los Estados Unidos, sino que también porque re-
cuerdo estas felices palabras del conde de Maistre: “En el
regazo de la mujer se forma lo más excelente del mundo,
esto es, un hombre de bien y una mujer honrada".

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