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No me creo juez competente para decidir hasta donde ha-
ya de llegar la instrucción de la mujer; pero sostengo que
no deben cerrarse á esta las vías del saber: ya le señalarán
límites su aptitud y su razón. Los conocimientos, lo propio
que las capacidades, tienen innumerables grados. Lo impor-
tante es no negar sistemática y arbitrariamente á las muje-
res los medios de alcanzar aquella instrucción que apetezcan
ó necesiten. Preguntar si han de convertirse todas en doc-
toras es evidente insensatez ó burda y extremada malicia,
¿Quién desempeñará mejor las augustas y trascendentales
funciones de madre? ¿la que abunde en buenos sentimientos,
pero sea ignorante, ó la que igualando á aquella en corazón,
la supere en conocimientos? ¡Cuántos errores, de largas con-
secuencias, de muy difícil y á veces imposible remedio, co-
meterá con la mejor intención la primera! ¡qué brillante por-
venir y magníficas disposiciones hará malograr con su ciego
cariño y dirección desacertada! ¿No vemos diariamente á ni-
ños que en el curso de sus estudios son víctimas de madres
sin ilustración y, por lo mismo, con más hinchadas preten-
siones? ¿No sucede á menudo que la viudez pone súbitamen-
te á una mujer al frente de cuantioso capital y complicados
negocios? ¿no le convendría por extremo poseer inteligencia
cultivada? ¿Por qué, cuando se halla la mujer en penosas cir-
cunstancias de fortuna; cuando le arranca lágrimas la orfan-
dad; cuando la miseria prodiga en su camino espinas y pie-
dras, han de ser sus únicos recursos trabajos manuales ó
serviles, exiguamente retribuidos? ¿Por qué, ignorante y ne-
cesitada, ha de quedar expuesta á la prostitución, monstruo
que escarnece muestra civilización y trueca en mercader ab-
yecto, en abismo de vileza, al sér que, como virgen, es á ve-
ces la vestal del amor, numen de poesía; como esposa, el
ángel de los consuelos y de las nobles exhortaciones y, como
madre, tan luminosa, tan alta personificación de virtudes y
ternura, que solamente saben nuestros labios bendecirla y
nuestro corazón adorarla? Tienen los norte-americanos tan
digno concepto de la mujer, que la instruyen, no sólo para
diversificar y acrecer sus medios de adquirir bienestar, posi-
ción lucida, sino que también, y esto es de suma importancia,
para que siendo capaz de proporcionarse holgada existencia
por sí misma, no mire el matrimonio como un lucrativo ne-
gocio, como las Indias, de las mujeres sin caudal. En fin, si
por su más exquisita naturaleza física y moral, por lo etéreo
de sus ingénitas aspiraciones, parece predestinada la mujer
á sacerdotisa de lo bello, á mantener viva la celeste llama
de los sentimientos nobles, ¿por qué emparedarla y empe-
queñecerla en las tareas menos espirituales? ¡No arranquéis
sus alas á esa calandria que, palpitante de entusiasmo, se
remonta para bañarse gozosa en los esplendores del sol de
la verdad!
Una de las carreras que más amplia y frucbuosa han abier»
to los Estados Unidos á la mujer es la del magisterio en to-
dos sus grados. El gran número de maestros que, en tiempo
de Lincoln, perecieron lidiando por la redención de los escla-
vos, produjo una eseasez de profesores que aumentó extraor-
dinariamente al concluirse la guerra y ser preciso iniciar en
la vida intelectual á cuatro millones de libertos. Entonces
muchas mujeres se dedicaron á la enseñanza, demostrando,
según informes oficiales, “una capacidad, una destreza, un
tacto, que difícilmente se hallan en los hombres.” Por los
motivos ya expuestos y porque en los Estados Unidos hay
copiosas tareas y especulaciones con las cuales se logra una
riqueza que en país ninguno ofrece la enseñanza, han ido au-
mentándose las profesoras y disminuyendo los profesores,
fenómeno al cual ha contribuido la co-instrueción que en mu-
chas escuelas y colegios reciben alumnos de ambos sexos,
En 1872, constituían mujeres el 70 por 100 de las personas
dedicadas á la enseñanza primaria; en 1867 había en Bal-
timore 500 maestras y únicamente 50 maestros.
Tres establecimientos de instracción superior para señori-
tas descuellan en los Estados Unidos: el colegio de Packer,
el de Rutger y el de Vassar. Las asignaturas que más fruc-
tuosamente se cultivan en el primero son la Geometría, el
Algebra, la Historia, la Geografía y la Literatura. En el
colegio de Rutger se profundizan bastante las Matemáticas,
lo propio que el francés y el alemán, limitándose á la tra-
ducción de autores fáciles el estudio del latín y griego. A los
seis años reciben las alumnas un diploma equivalente al gra-
do de bachiller en artes. En el colegio de Vassar ingresan
las señoritas, previos felices exámenes en Retórica, traduc-
ción y explicación de cuatro libros de los comentarios de Cé-
sar, otros tantos discursos de Cicerón, los seis primeros can-
tos de la Eneida, Algebra hasta las ecuaciones de segundo
grado y elementos de historia universal y pueden cursar á
su elección, en cuatro años, las siguientes asignaturas: La-
tín, Griego, Francés, Alemán, Italiano, Lógica, Economía
Política, Literatura inglesa y extranjera, Matemáticas, His-
toria Universal, Física, Química, Anatomía y Fisiología. Han
acreditado las alumnas que en ninguna de las expresadas
materias son inferiores á sus émulos del otro sexo. Lo mis-
mo observó durante muchos años M. Fairchild, sucesivamen-
te profesor de Griego, Latín, Hebreo, Matemáticas puras y
aplicadas y Ciencias filosóficas, en el importante colegio de
Oberlin, frecuentado por estudiantes de entrambos sexos.
En la universidad de Michigan asistió monsieur Hippeau
á una explicación que sobre Tucídides hizo, en sustitución
de su padre, la hija del catedrático griego y, según dice el
mismo, hubiérale maravillado la superioridad del desempeño,
á no haber presenciado á menudo igual fenómeno en otros
establecimientos docentes de los Estados Unidos.
Con tal motivo recuerdo que en el siglo IV de nuestra era
daba en Alejandría brillantes cursos públicos de Filosofía y
Matemáticas la bella poetisa Hipatia, ferozmente despedazada
por un populacho fanático, precisamente cuando estaba ella
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