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Año 1, Tomo 1, Volumen 1

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LA ILUSTRACIÓN Y LA EDUCACIÓN DE LA MUJER

Mucho se ha escrito por eminentes y reputados autores sobre asunto tan delicado y de una trascendencia tan absoluta; y no es mi débil voz la que después de esas autoridades reconocidas levantará un eco en la sociedad, ni mis ideas serán las mejores en esta materia; pero a pesar de todo, expondré mis teorías sobre el particular, porque siempre que se trate de encomiar a las de mi sexo aprovecharé las observaciones que haya podido recojer en el trascurso de mi vida

Muchos jefes de familia tienen aún la errónea creencia de que dando a sus hijas cierta ilustración y ciertos conocimientos, sólo lograrán hacer de esos seres tan queridos unas marisabidillas vanidosas e inútiles por completo en el hogar de donde deben ser ángeles.

Esto, en mi concepto, no deja de ser cierto en algunos casos; pero yo creo que el resultado depende de la manera de sembrar en corazones tiernos la semilla, que debiendo dar excelentes frutos, los agosta y esteriliza por la falta de un acertado cultivo.

Con frecuencia vemos jóvenes tan hermosas como instruidas, hacerse insoportables para los que tienen la desgracia de tratarlas, pues ellas son un pozo de ciencia; saben de todo; se han pasado los mejores años de su vida en los más acreditados colegios; han tenido por maestros a los más reputados profesores, y pueden sostener cualquier conversación sin cometer el más ligero error en historia, geografía, gramática, etc., etc. Y después........ para colmo de su felicidad, son bellas. ¿Qué más puede exigirse a una niña que aun no cuenta 20 primaveras? Si vais a su casa, siempre encontraréis en el piano las piezas cuya ejecución, es enteramente difícil, pero que sus ágiles dedos de rosa han logrado vencer. En su estudio encontraréis algún paisaje o retrato a medio copiar, que os hará creer que alguna misteriosa hada, guía las preciosas manos que lo pintan; y no será extraño que le encontréis también algún álbum en el que, en sonoros y dulcísimos versos, haya vertido sus castas impresiones, paes además ha estudiado y conoce a Gil de Zárate, Hermosilla y qué sé yo qué otros autores de literatura.

Pero esta misma joven se desdeñará de confeccionarse un traje, y más aún, de entenderse con el arreglo interior de su casa y con esas pequeñas minuciosidades que le parecerán de mal tono. Y es que esto no se enseña en los colegios; y esta joven que estudió tanto, y tanto sabe, el día que llegue a ser esposa y madre de familia, se encontrará con un problema imposible de resolver.

Pues bien, a esta niña le faltó la delicada y acertada dirección de una madre previsora y tierna, quien creyó que era bastante abandonarla al estudio y hacerla después brillar en el mundo; como si esta criatura sólo tuviera la misión de agradar en los salones y nunca se hubiese de encontrar frente a frente con sagrados deberes que llenar, tanto más aterradores cuanto más ignorados son para ella.

Conozco un juguetito cómico que se intitula La Mujer Libre y voy a referir a mis lectoras su argumento. Se trata de una linda joven casada y a quien el cielo, para colmo de ventura, ha concedido un hermoso niño. Ella es tierna y abriga buenos sentimientos; pero estas dotes están ahogadas por el afán de aparecer, ante todo, erudita y libre, y asó poco se ocupa de su esposo que la ama a pesar de todo, y de su hijo que en tan tierna edad (aun está en la lactancia), necesita de sus cuidados más asiduos. Nuestra heroina vive siempre en los clubs y círculos de mujeres que proclaman la emancipación de las de su sexo, y su esposo, en cambio, le toma cuenta a la cocinera y procura acallar el llanto del niño, supliendo el alimento que la naturaleza puso en el seno de la madre, con papillas, Tesoro de los niños, o algo equivalente.

Un antiguo amigo del infortunado esposo, que tiene ocasión de observar todo esto, le aconseja que se finja enamorado de la criada, que es una muchacha de no malos bigotes, para ver si su esposa, notando que é vuelve los ojos a otra parte, se corrije, y abandona las sociedades y los clubs para dedicarse a reconquistar el amor de su compañero de toda la vida; y habiendo puesto en ejecución el plan convenido, logran su objeto; y ella, que en el fondo es buena, comprende que sus deberes no están sino en su hogar, de donde es la reina absoluta.

Este tipo existe, lectoras mías, y existe aun otro más común todavía, que procuraré describíroslo.

Figuraos a una mujer joven y bella que entiende perfectamente el gobierno de su casa; que sabe coser, bordar, y que en materia de dulces, pastas y curiosidades no hay quien la aventaje. Va a misa todos los días, y es cariñosa, econó mica y trabajadora; pero llega su marido agobiado por los negocios, cansado y triste; y cuando la quiere hacer partÌcipe de sus asuntos o consultarle algo acerca de lo que le pasa, no tendrá para él un consejo acertado y juicioso ni una palabra oportuna, ni podrá en suma, sostener con nadie otra conversación que no sea de trajes, dulces, criados o enfermedades.

A esta mujer, pues, su marido sólo la considerará como una excelente ama de gobierno (lo cual debe ser bien triste)

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Año 1, Tomo 1, Número 2

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DIRECTOR Y ADMINISTRADOR SENOR IGNACIO PUJOL

DIRECTORA LITERARIA! SRA. LAUREANA WRIGHT DE K.

PRECIOS DE SUBSCRIPCIÓN En México........................... $ 0 75 al mes En los Estados..........................." 1 00 " El número suelto......................." 0 20 "

AÑO I. TOMO 1. NÚMERO 2. MEXICO, DICIEMBRE 11 DE 1887, "DIRECCION Y ADMINISTRACION: CALLE DEL CINCO DE MAYO NUMERO 16.

CONDICIONES, Las Hijas del Anáhuac se publicará todos los domingos, y la suscrici´n será por mes adelantado Apartado del Correo número 602.

Registrado como artículo de segunda clase. SUMARIO. La educación del hogar, por la Sra. Lanreana Wright de Kleinhans. —consideraciones sobre el Duelo, por la Srita. María del Alba. —El profesorado en México, por la Sra. Mateana Murguía de Aveleyra. —Los Meteoros, por la Sra. Ignacia Padilla de Piña. —Mujeres de nuestra época (continuación), por la Sra. Concepción Manresa de Pérez. —Casa Amiga de la Obrera, por la Redacción. —Crónica de la Semana, por Titania. —POESÍAS. —Cuauhtemoc, por la Sra. María del Refugio Argumedo, viuda de Ortiz. —Poesía, por la misma Sra. —Pasatiempo, por Anémona. —Separado de ti, por la Srita- Francisca Carlota Cuellar. —Noticias.

LA EDUCACIÓN DEL HOGAR

Mucho se han discutido hasta ahora los diversos sistemas de enseñanza y las diferentes bases sobre las cuales debe reposar la instrucción pública, y mucho se ha avanzado en este ramo, próximo casi á su perfeccionamiento, si se tiene en cuenta que hace muy poco que se fundaron las primeras escuelas nacionales y municipales, y que antes de esto sólo existían en el país unos cuantos establecimientos montados bajo el régimen de la palmeta y los ayunos, cuyos maestros, que alguna vez habréis visto retratados al óleo, al temple y hasta en cera, con el libro forrado en pergamino en una mazo y la disciplina en la otra; con la cabeza cubierta por el magistral birrete negro y las descomunales gafas, caladas simétricamente sobre la nariz, en la cual, para completar el tipo característico

casi se hace indispensable una berruga; cuyos maestros, decimos, han llegado hasta nosotros como el prototipo del rigorismo y la dureza, como la personificación del castigo más que de la enseñanza, pareciéndonos á veces que aun oimos salir de sus labios aquel sacramental lema de que la letra con sangre entra, ante el cual se extremecía de terror el infeliz discípulo, que bajo tales auspicios tenía que pasar por las horcas caudinas del Ripalda y El Amigo de los Niños.

Verdad es que con aquellos maestros el martirio era corto; porque al llegar aquí, salvo un poco de aritmética para el sexo masculino, y algunas labores de manos para el femenino, el alumno había terminado su instrucción primaria, y salía de la escuela, llevando como comprobante de la conclusión de su aprendizaje, las planas de escritura española dedicadas á los autores de sus días, si era varón, ó un dechado de lomillo, si era niña. Aprender á escribir se llamaba entonces hacer palotes primero, letras después, y palabras por último, aunque no hubiese en estas más ortografía que la que á cada cual le dictaba el oido natural.

Aquella enseñanza comparada con la de hoy, es el buque de vela comparado con el de vapor, es la candileja de aceite comparada con el foco de luz eléctrica.

Y pensar que todavía tenemos que ensalzar este remedo, este esbozo de instrucción, por ser el origen de donde partió la que hoy difunde profusamente sus brillantes rayos; y pensar que todavía tenemos que estar agradecidos á aquellos maestros atormentadores de la humanidad naciente, porque de cualquiera manera que sea, ellos fueron los exploradores que abrieron la senda del estudio, los que marcharon á la vanguardia de la actual ilustración!

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Hoy el cuadro ha cambiado por completo, cual si el pincel de un Rembrand hubiese estampado sobre él los tonos enérgicos de su colorido alegre y expresivo; en él todo es nuevo y provechoso; maestros y libros, personal y sistema: el instructor de antaño ha sido remplazado por el profesor y el catedrático modernos, viniendo á formar un cuerpo ilustre y respetable, en el cual descuellan verdaderas entidades científicas, tanto masculinas como femeninas, que consagradas al noble sacerdocio de cultivar la inteligencia humana, difundiendo la luz del saber sobre las brumas de la ignorancia, han sido las estrellas de una aurora que pronto se convertirá en el espléndido día de una cultura general y firme. A la vez, los diversos métodos de enseñanza adoptados en el país, son los que la experiencia producida por la práctica, ha establecido como mejores y más útiles en las más adelantadas ciudades de los Estados Unidos y de Europa, pudiendo decirse que es este el ramo en que más hemos avanzado y que va ensanchándose con mayor rapidez, á medida que van creciendo y trasformándose con los primeros matices de la educación, los instintos y las aspiraciones de las masas. Que estas no se instruyan tan pronto como sería de desear, depende de la obstinada resistencia que la apatía opone al trabajo en las clases ínfimas, y de la abyección que ha ido suprimiendo las necesidades menos apremiantes de la vida, acabando por descuidar hasta las más urgentes, con tal de no tomarse la pena de buscar los medios para cubrirlas; á lo cual ayuda no poco la benignidad y dulzura de nuestro clima, que es el más á propósito para proteger la inercia y la desnudez, muy al contrario de los climas europeos que con el rigor de sus invernales nieves obligan al pobre á proporcionarse el abrigo de una relativa comodidad.

De manera que la cultura que otros pueblos han adqui.- rido, obligados casi por la necesidad, el nuestro tiene que adquirirla, impulsado únicamente por la educación, que es la que debe despertar en él el estímulo y el aprecio de sí mismo.

Las otras clases de nuestra sociedad, es decir, la media y la aristocráica, retardan y perjudican el adelanto de los niños por preocupaciones de familia unas veces, por morosidad otras, y por un consentimiento exagerado las más, sin fijarse la primera en que no hay capital más productivo ni permanente que el que se lega con una honrosa carrera; sin comprender la segunda que por grande que sea la riqueza que se posea, cualquier caudal está expuesto á las eventualidades de la fortuna, y que el saber subsiste siempre, porque sólo termina con la muerte.

Las madres en todas partes son la última expresión del cariño y la ternura; pero podemos asegurar sin temor de equivocarnos, que entre las mexicanas este sentimiento es doblemente poderoso y dominador, por lo que no es extraño que la severidad y la rectitud en la dirección de la niñez, sean también más escasas que en otros países donde subsisten costumbres que, nosotras, las madres mexi.- canas, no podríamos soportar, como es la de mandar á los niños al campo durante la lactancia, entregándolos á manos mercenarias, y la de enviar á los jóvenes, ·ápenas entrados en la pubertad, á hacer un viaje de pura eventualidad y con el solo objeto de que aprendan á buscarse por sí mismos los elementos necesarios á la subsistencia,

Esta última imposición nos parece benéfica y perfecta-

mente apropiada para comenzar á formar al hombre en el momento de concluir su aprendizaje de niño; no así la primera, que nos parece altamente desmoralizadora y perjudicial, pues es contraria no sólo á las leyes del amor, del deber y de la razón, sino á la naturaleza bruta, al animal mismo, que nunca se aparta de sus pequeñuelos mientras se hallan en la infancia y no puedan sostenerse por sí solos, á penas podemos concebir que exista tan repugnante costumbre, entre las razas que por su origen sajón, carecen de la exquisita sensibilidad peculiar á las de origen latino; no admirándonos por lo mismo que sea en Inglaterra donde más generalizada se halla esta negación fenomenal del más grande de los atributos del corazón de la mujer, á la que no podemos concebir que ceda nunca una madre por satisfacer las exigencias del buen tono, entregándose á su comodidad personal, y regalando á la madre de alquiler, á la estúpida e indolente nodriza, las primeras caricias, los primeros besos del hijo de su amor, destinados por Dios y la naturaleza para ella,

No! nosotras lloramos amargamente cuando alguna imposibilidad física nos priva del grato placer de alimentar á nuestros hijos, y muy al contrario de las madres montadas á la inglesa, sentimos la más augusta, la más santa y dulce de las satisfacciones, al sacrificarles con la sangre de nuestras venas el reposo de nuestro sueño. En cambio incurrimos en el defecto, no del demasiado amor, porque nunca puede ser excesivo el que á esos seres de nuestro ser se consagra, sino del amor mal entendido, de la ceguedad del amor, que nos impide á veces ver con absoluta claridad los defectos que debemos corregir y las cualidades que debemos estimular ó inculcar, según hallemos ó no el germen de ellas: en una palabra, con muy pocas y notables excepciones, carecemos de tino y energía para dirigir rectamente la educación de la familia; sabemos en general crear hijos amorosos, pero no formar hombres útiles á sí mismos y á la sociedad en que deben vivir.

Me diréis que de esto se encargan los maestros; y efectivamente, habiendo como hay en la República, un número considerable de escuelas, que sólo en el ramo de instrucción primaria en 1875 ascendía á 8103, número que á esta fecha, aunque ignoramos la cifra actual, debe haber aumentado considerablemente, y á cuyo censo se añadían ya en aquella época 54 colegios de instrucción preparatoria y profesional, agregándose últimamente en las listas de los planteles de instrucción pública la Escuela Normal y la de Párvulos recientemente fundadas; siendo como son notorios los adelantos que se obtienen en dichos planteles; estando como están perfectamente adecuados sus sistemas á las edades y los alcances de los alumnos de ambos sexos, desde la enseñanza de adultos que explica lógica y racionalmente todas las elevadas materias del arte y de la ciencia, hasta la de Párvulos, en la cual en vez de sofocar, de marchitar, por decirlo así, la alegría y la salud de la infancia, imponiéndole una quietud imposible á su temperamento y perjudicial á su salud; en vez de obligarle á aprender de memoria y sin entenderlos, áridos y embrollados textos que aturden su cerebro y ofuscan su inteligencia, se instruye al niño entre juegos y cantos, dando toda la expansión necesaria á sus impulsos, que son los del ave y la flor: aleteos, trinos, sol y luz. Efectivamente, repetimos, de formar la inteligencia de los niños se encargan los maestros; pero nosotras tenemos

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Año 1, Tomo 1, Número 9

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EDUCACIÓN DOMÉSTICA

Todos los modernos pensadores convienen en que la prosperidad social, y la felicidad individual y colectiva de la gran familia á que pertenecemos, dependen de la educación de la mujer.

En efecto,siendo ella la legisladora de la familia, importa mucho educarla convenientemente para que, cuando reine en el hogar, su imperio sea dulce, pero sólido, seguro, irresistible.

Si todas las madres tuvieran presente que sus hijas también desempeñarán algún día el mismo sublime papel, les enseñarían á fondo todas las importantes obligaciones que tienen que llenar como madres, como amas de casa, como educadoras de sus bijas.

Es muy común atender de preferencia á la adquisición de conocimientos que más tarde han de arrancar aplausos y halagar la vanidad de las jóvenes, inspirándoles desde muy temprano el deseo de lucir y rivalizar con sus compañeras; y ver con culpable indiferencia el cultivo de sólidas virtudes que han de asegurar un día su reinado en el hogar. ¡Qué injusticia la nuestra! ¡Damos á nuestras hijas una educación frívola é insustancial, y nos desesperamos luego al verlas desgraciadas! Queremos que el perfume de las virtudes y de la felicidad sature siempre su existencia, cuando hemos descuidado poner en su corazón la semilla que debe producir tan apetecidos frutos.

Si las hacemos exigentes, caprichosas, egoístas, ¿cómo queremos verlas dulces, dóciles y tiernas?.... Pero.....

¿es esto cierto? ¡Una madre puede inculcar en el corazón de su hija mezquinas pasiones que harán su desventura!...

Desgraciadamente cuando la mujer no está bien educada se convierte en un positivo mal para sus hijos, y tanto más temible cuanto que las virtudes ó defectos de la madre se reflejan en los seres que sienten la influencia de su. ejemplo. Este tiene más poder en las hijas, ya por la afinidad de organimos, ya por la comunidad de ideas, ya en fin, por el supremo ascendiente del amor materno.

De aquí resulta que una mujer que no sabe todas esas pequeñas é indispensables virtudes domésticas, que son las columnas del templo de la familia, hará madres como ella, que por negligencia para instruirse en sus dulces, y delicados deberes, convierta su hogar en ruinas, dentro las cuales se levantarán terribles la discordia, el desencanto, la desgracia, y tal vez el odio.

Muchos genios superiores han tratado con verdadero acierto el importante asunto de la educación de la mujer, y aunque nada nuevo tengamos que decir sobre cuestión tan estudiada, nos proponemos sin embargo, coleccionar algunas ideas, no para presentar un ideal irrealizable, sino para generalizar algunos principios de práctica aplicación en la familia.

No podemos ofrecer á nuestras lectoras un rico caudal de consejos atesorado por la experiencia, ni podemos decirles que nuestras observaciones son el resultado del profundo estudio que hayamos hecho de la vida doméstica; pero sí podemos asegurarles que, la profunda simpatía que sentimos por todas las madres nos ha inspirado la idea de ofrecerles este pequeño trabajo, que no tiene las pretensiones de un plan perfecto de educación, y que ha sido dictado por el sincero deseo de ayudar en algo en sus tareás al ángel de ternura, de abnegación y de amor que guía nuestros pasos en el mundo.

Mateana Murguía de Aveleyra. (Continuará).

REGLAS HIGIÉNICAS. (TRADUCIDAS DEL FRANCÉS)

I

Usad con moderación de las cosas de la vida, evitando en todo caso los excesos, porque ellos son contrarios á la salud.

II

No cambiéis súbitamente de aquello á lo cual estáis acostumbrado, porque siendo el hábito una segunda naturaleza, se la debe respetar; y como la naturaleza jamás procede bruscamente, es necesario imitarla.

III

La paz del corazón y la tranquilidad del espíritu, son los mejores amigos de la salud; las pasiones tristes y violentas son sus enemigos.

Los accesos de cólera, celos, odio, etc., etc., conmueven todo el edificio humano, y repercutiéndose en el corazón, precipitan sus latidos. Por el contrario, la melancolía y

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dr e la que no haya estudiado la gravedad de sus deberes, la altura de su misión y la terrible responsabilidad que tiene ante la familia y la sociedad. Mas para atender á la educación de la mujer, bastará con que desde la más tierna infancia se le haga ingresar á los colegios? ¿Acaso por el solo hecho de que la mujer posea ciertos conocimientos y cierto grado de ilustración, ya está libre de la seducción, de ese temible enemigo del sexo débil? La vida práctica y la historia demuestran lo contrario, y ambas nos presentan á las pasiones dominando en todas las clases sociales, sin exceptuar á las personas de notoria instrucción, quienes en no pocos casos sienten más su tiranía. Preciso es convencerse en vista de esto, de que si la ignorancia y la necesidad prestan gran contingente al vicio, también los principios fijos y la debilidad de creencias son las que hacen olvidar los más sagrados deberes á todas esas infortunadas mujeres que á cada paso nos presenta la civilización moderna, hundidas en el cieno de la prostitución.

Necesario es prescindir de esa educación que reciben las jóvenes en algunos colegios, que sólo contribuye á fomentar la vanidad de la mujer, proporcionándole ideas que más tarde la llevan á creerse sabia porque habla más ó menos bien el inglés y francés, toca medianamente algún instrumento, dirige el lápiz sobre el papel satinado, tiene algunas nociones de historia y geografía y sabe de memoria algunas fórmulas sociales; y creyéndose con esto rica de sabiduría y dando por terminada su educación, rehusa inspeccionar los trabajos de sus criados; conceptúa iudecoroso de su ilustración confeccionar sus trajes y vestir con sencillez y se ocupa únicamente de mil bagatelas y frivolidades. Esta falsa y decantada ilustración, es la que proporciona á la mujer un amor propio sin límites, un orgullo insoportable, una extremada fatuidad y una odiosa altivez. Esta es la llamada instrucción que posee esa multitud de frívolas jovencitas que encontramos á cada paso en la sociedad, donde se hacen notar, por lo que nombran despejo, vivacidad é ingenio y que yo llamaré, desenvoltura y pedantería, por no darle otro nombre. Austeras en su moral y voluptuosas en su conducta, hablan constantemente de virtud, al paso que anhelan el placer: no buscan en el matrimonio más que los deleites del lujo y del amor, desechando los deberes de la: maternidad: elogian á la humildad, y se sonrojan de saludar en presencia de otros á algunas de sus amigas, cuya fortuna no es igual á la suya: el deseo de captarse la admiración dle todos, las hace ser inconstantes y sin principios fijos. Sin piedad, sin religión, sin moralidad, sin plan y sin principios, concluyen por causar la desgracia de su esposo, si algún desgraciado cautivado por su hermosura física ó por su aparente y superficial ilustración, les ofrece su corazón y su mano.

El único recurso que hay (en mi humilde opinión) para evitar ese cámulo de males que redundan forzosamente en perjuicio de la sociedad, prescindiendo de toda preocupación, es no formar bachilleras y séres inútiles para todo lo que no sea cubrirse de afeites, lazos y perfumes, sino impartir á la mujer una sólida enseñanza sobre bases religiosas, de las que no se puede prescindir, sin acabar con la sociedad. No basta la ley civil para evitar el vicio; es necesario un temor superior, una esperanza más sublime y menos flexible. La ley civil anatematiza por ejemplo, el adulterio, pero sólo desde que este crimen se presenta ante

ella; esto es, desde que es un hecho y se manifiesta al ex. terior; mas la virtud y la religión lo condenan desde que la imaginación lo concibe permitiéndolo la voluntad.

Necesario es que las madres, convirtiéndose en amorosas maestras, guíen siempre los primeros pasos de sus hijas hacia la instrucción, y que sólo hasta que en el infantil corazón de la mujer estén profundamente grabadas las ideas de virtud, religión, amor filial, modestia, laboriosidad y demás sentimientos que la trasforman en un sér amable y privilegiado, le toque su vez á los maestros, que hallando el terreno bien preparado, encontrarán discípulas inmejorables, dóciles y atentas á sus explicaciones.

Lo primero que se debe inculcar á una niña es el amor á la virtud, á la religión y á la fe: esta, es el único y más seguro refugio que nos queda en la adversidad, y el pedestal inmutable de todas las virtudes.

Un corazón sin fe, es un erial, un árido desierto, un campo estéril é infecundo, ajeno á todo cultivo y que no ofrece ni rosas aromáticas, ni frutos deliciosos.

¡Cuántas veces en los pesares de mi vida, en que mis ilusiones se han trocado en la más espantosa realidad, dejando en mi pecho un vacío terrible y desconsolador, he encontrado un suave lenitivo en los sentimientos de fe que mi buena madre y mis sabias profesoras grabaron en mi corazón!

La franqueza, la dulzura, la inocencia y el pudor, conservan la virtud; los vicios por el contrario, la alejan. Para conservar en nuestra alma tan preciada joya, se debe sacrificar sin vacilación alguna las exigencias de la vida material. La laboriosidad, es la segunda base de la edu— cación femenil, haciendo que la mujer adquiera en el amor al trabajo, una segunda naturaleza. Desde que la mujer se halla en las albores de la vida, se la-debe acostumbrar á levantarse con la aurora, haciendo que ayude en mayor ó menor escala según su edad, al aseo de la casa y el suyo propio, de manera que á la bora del desayuno, se halle vestida, limpia y peinada, y tenga aprendida alguna de sus lecciones. Siempre se le debe instruir con preferencia en todos log conocimientos necesarios al hábil gobierno de una casa, y lespués, desarrollar su inteligencia, para presentarla en la sociedad rica de adornos morales, más bellos, útiles y preferibles que los chales, gasas y blondas.

Una joven debe aprender forzosamente toda clase de trabajo doméstico: á distribuir el tiempo para sí y para sus criadas: á llevar la cuenta del gasto diario y á no desear nada más de lo justo, ni á envidiar el lujo y posición de las demás.

Necesario es que desprecie por vanos, ridículos, anti-estéticos y anti-higiénicos, todos esos caprichos de la moda que nos vienen del extranjero y por cuya adquisición, doloroso es confesarlo, sacrifican multitud de mujeres la paz de su hogar y el patrimonio de sus hijos.

¡Cuán pocas son las damas que dejan un periódico de modas para sucribirse á otro de ciencias y literatura! En cambio á muchas he visto enrojecerse de vergiienza cuando no van vestidas á la dernière.

Ojalá que todas las mujeres adquiriesen una profesión, arte ú oficio conforme á su inteligencia, aptitud y fortuna, para que le sirviese de escudo contra la miseria en todas las eventualidades de la vida, cuidando de que esto no sirva únicamente para halagar su vanidad, sino para pro

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