tra ante este dilema: abandonar temporalmente á su hijo ó
perecer de hambre? ¡Pobres madres!
La pluma ha corrido, lectoras mías, é inconscientemente
me he apartado de mi programa; pero para contentaros, ha-
ré un esfuerzo é imitando lo que se hace con los instrumen-*
tos de música, obligaré mi plática á higiene; vais á verlo.
La Higiene cuida entre otras cosas de la mejor manera
para conservar la especie humana; ¿no es cierto? La clase
obrera por la razón que he procurado bosquejar y por otras
muchas de que no me atrevería á hacer el boceto, arroja un
contingente muy considerable en las estadísticas de esterili-
dad, consecutiva á enfermedades de la cintura, y de la mor-
talidad en los niños pequeños; ¿concedéis? luego os he ha-
blado en nombre de la Higiene; y también en su nombre os
hablaré de un medio que hay para que la obrera pueda con-
ciliar el cuidado de su hijo recién nacido y la asistencia al
taller en donde gana un pan cuotidiano.
Existen en Europa sociedades protectoras de la infancia
que se encargan de llevar á domicilio recursos para las obre-
ras que por estar en la convalescencia de su alumbramiento
no pueden trabajar, y estos auxilios son impartidos sin dis-
tinción de religiones ni estado civil. Existe también la cos-
tumbre en algunos dueños de talleres, de continuar pagán-
doles á las obreras su jornal hasta que el médico declara que
están en condiciones de volver al obrador. También en Eu-
ropa hay establecimientos en donde se reciben á los niños
desde los pocos días de nacidos hasta la época del destete, y
allí son cuidados durante el día y alimentados por nodrizas,
dejando así á las madres obreras el tiempo libre para traba-
jar, y sin privarlas en la noche de las caricias y compañía de
sus hijos. Algunos de estos establecimientos son grabuitos,
sostenidos por asociaciones piadosas ó por el Municipio; en
otros exigen una pequeñísima retribución que las obreras
pueden satisfacer. Algunos industriales ricos han creado en
el interior de sus fábricas ó talleres, un departamento espe-
cial en donde la obrera deja á su hijo al cuidado de mujeres
pagadas con este objeto y la madre puede cada dos ó tres
horas ir en busca de su niño para alimentarlo. De esta ma-
nera la obrera trabaja tranquila y no desatiende los princi-
pales deberes de una madre.—MADRESELVA.
(Continuará).