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El otro permisivo, es cierto, que no es cerca idem deodem, pues si fuera así, se nos mandaran dos cosas opuestas; de donde se sigue evidente más que las propuestas con diversas, o con diversas circunstancias, como se ve por sus mismas palabras, que Do. Poay duda que causará admiración el ver que después de tres decretos apostólicos no se haya conseguido la unidad y uniformidad que se pretendía entre los ministros de este Reino; antes sí, después de los dichos decretos son mayores los escándalos entre los neófitos, pues los ministros de las dos Religiones apoyan su sentir con los decretos del propio Papa. Estos son diversos, dan motivos a los recién bautizados a dudar de la determinación de la Silla Apostólica en puntos tan necesarios y de tanta consideración. Con que para evitar este grave inconveniente se les debe advertir que esta diversidad estuvo de parte de las propuestas, y no de las resoluciones, que esas no fueron diversas si las propuestas fueran unas, con que es fuerza que entiendan que los ministros de los dos Religiosos que las hicieron, uno de ellos no informó la verdad, y cada uno defendiendo su sentir esfuerza que diga que el otro fue el defectuoso en esta parte, por lo cual en diez años, que aunque indignamente trabajo en este ministerio, fueron a mí muchos padres que me dicen: Cur prohibes quod alii minister auctoritate Apostolica permittit? Siendo así que no puedo permitirlo sin incurrir en la censura de Inocencio XI.
Porque el edicto lo ignoro. Pero como dice San Gregorio: Melius est permiti scandalum quam veritas relinquatur. Mejor me está incurrir en permisivo escandaloso, que incurrir en censura Apostólica. Y no habernos acomodado, ni puesto en práctica el permiso de Alejandro VII, y el haber hechos los tratados de defensa de nuestro sentir no es, como han dicho algunos, no querer obedecer a los decretos pontificios ni ponerlos en cuestión, que bien constante es en la Sagrada Congregación de Propaganda Fide cuán obediente ha sido nuestra Religión a la Silla Apostólica y a sus decretos y mandatos; sino impugnar el informe que se hizo por la parte contraria a la sagrada congregación; que es lo contrario, que en el tiempo de 10 años, que mis Religiosos cultivan esta viña del Señor, tienen visto con cada día, tienen oído, y estudiado en sus libros, sin que contengan averiguado con gentiles chinos (como se viera después). No sólo en un lugar, sino en muchas de este Reino; pues cómo es posible, si no es cerrando los ojos, y tapando los oídos, que nos persuadamos a lo contrario, y nos acomodemos al permiso de Alejandro VII, que se funda en el informe contrario?
El intento pues que tengo en hacer este tratado (que es copia yo de otros dos muy copiosos que tengo hechos) es poner en él los fundamentos que los Religiosos Predicadores hemos tenido para informar a la Silla Apostólica lo que informamos; y haber prohibido, siempre a nuestros cristianos los que les han permitido los Padres de la Compañía a los suyos. Pónganse también los fundamentos de dichos Padres con sus respuestas para que, vistos unos y otros, puedan disponer los que lo han de determinar, quién propuso a su santidad la verdad del hecho de dichos puntos. Y alcanzado esto, no era difícil su determinación, pues ya está decidida por la Silla Apostólica en dos decretos, de suerte que lo que se pretende ahora es sólo que se declare si en las propuestas que se hicieron a la santidad de Inocencio XI se halla la diversidad del hecho que se propuso a la santidad de Alejandro VII. Y si no se halla, obliga el primer decreto, y si se halla, estemos todos a él. Sepa el Señor, por su infinita bondad, se digne de ilustrar a los que lo han de juzgar, para que se declare la verdad