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Año 1, Tomo 1, Volumen 1

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y buscará en otra parte algo más que halague su inteligencia y tal vez su corazón.

Si la mujer, como lo tenemos experimentado en muchos casos, tiene una inteligencia que no es refractaria al estudio ni a la ciencia, cultívela en buen hora. Profundice los ramos que desee adquirir y nutra su espíritu con la dulce savia del saber; pero es preciso hacerle comprender que no porque ella y el mundo la juzguen instruida e inteligente debe envanecerse, pues la modestia es el timbre de más valer que tiene el sabio.

A la madre, pues, corresponde a la vez que trazar y enseñarle la senda que conduce a los deberes de esposa, el de instruirla en la difícil tarea de hacerse amable y dulce, tierna y aplicada; y sólo ella deberá infundirle el amor a la virtud, que es la base sobre la que debe descansar el edificio, que quizás más tarde, tendrá que soportar el enorme peso de la desgracia.

Mª DE LA LUZ MURGUÍA.

MUJERES DE NUESTRA ÉPOCA

Escrito para "Las Hijas del Anahuac", por la Señora Concepción Manresa de Pérez

Cuando vemos en el horizonte de la ignorancia disiparse las nieblas y descubrimos la perspectiva de nuestro porvenir: cuando el derecho democrático lo vemos impreso en el gran libro de la humanidad, y sus leyes amoldadas en el corazón de los pueblos latinos las vemos regir con extricta justicia para gloria y regocijo de la América de Colón; nuestro espíritu se enagena de goces infinitos al considerar que la mujer material que ayer vivía oscura y silenciosa al pie de la cuna de sus hijos, que no podía educar porque sólo servía para nodriza, ha despertado hoy para la vida del progreso inspirándose en la cultura moderna y en los ejemplos de la eterna Roma, que fué grande y poderosa un tiempo, porque sus matronas supieron amamantar ciudadanos para el Derecho.

Ahogada para siempre la estulta preocupación de los hombres de antaño, de que la mujer instruida era nociva á la sociedad, porque su instrucción le hacía perder su carácter de madre cariñosa y de sacerdotisa del hogar; los hombres de la moderna edad, más prácticos y más científicos, más justos y menos egoístas, despreciando los anti.- guos sistemas y las enmohecidas costumbres y derribando de un golpe esas fábulas sin moraleja, condujeron á la mujer al Templo de Minerva, y la mostraron el magnífico Santuario de las Ciencias y las Artes, como el sendero más corto para la paz y el bienestar de la gran familia Universal.

Y maravilla la enorme cifra, verdaderamente gigantesca, que dedican los pueblos más civilizados para el fomento de la Instrucción Pública y para dilatar las fronteras del saber humano, y vemos con infinita satisfacción que Francia eleva actualmente á 132 millones de francos el presupuesto de la instrucción, cuando en el reinado del primer imperio no pasaba de cuatro mil francos.

En Inglaterra, el presupuesto se acerca á 136 millones de francos y el ciudadano inglés cuesta al Estado, bajo el punto de vista de la instrucción, unos 4 francos por persona.

Italia gasta hoy 52 millones de francos entre el Estado, las provincias y los municipios, cuando hace 25 años no gastaba la tercera parte.

España consagra á este servicio cerca de 30 millones de francos, cifra que se elevará en la actual Legislatura, según ha ofrecido su Ministerio al contestar la briosa defensa del eminente jurisconsulto cubano D. Rafael María de Labra, en favor de la causa del progreso y del movimiento pedagógico contemporáneo.

Y por último, New York, patria de los grandes benefactores de la humanidad y de los más serios, solícitos y eficaces promovedores de la grandeza nacional, consigna su Estado solamente, (pues no conocemos con fijeza las enormes cantidades que los particulares han legado para robustecer la enseñanza,) la suma de 70 millones de francos para su población de 5 millones de habitantes, ó sean 14 francos por cada persona.

De tales beneficiose disfrutamos las mujeres de esta época, libre de las rutinarias prescripciones del enfermizo tradicionalismo y ávidas, como los hombres modernos, de nutrir su cerebro por medio del estudio y de la observación.

Ya comienzan á producir sus frutos las simientes implantadas, y México, que marcha con paso firme por la senda progresiva de la civilización, merced al orden y á la paz de que disfruta, nos ofrece como evidente muestra de sus adelantos a nuestra querida redactora, la Srita. Matilde Montoya, que ha recibido últimamente el grado de Doctora en la Escuela de Medicina, después de sustentar un brillante examen.

También la Srita. Margarita Chorné recibió en México su título de Dentista; y la inolvidable Srita. Micaela Hernández, cuya biografÌa daremos á conocer en breve, después de haber ejercitado la noble carrera del Magisterio, fundó una imprenta en Querétaro para enseñar á sus discípulas el arte tipográfico. Y entre la numerosa pléyade de profesoras mexicanas que con magnífico éxito han sobresalido en sus exámenes, vemos con admiración y júbilo que un cuerpo más numeroso todavía de Sritas. están matriculadas en las Escuelas profesionales para adquirir carreras facultativas.

Ya, queridas lectoras mías, se disiparon las nieblas que oscurecían nuestro hado, y en la contienda febril del saber con la ignorancia, aparece el iris de la paz definitiva anunciando el triunfo del primero para término de nuestros dolores históricos y como signo de las grandes esperanzas.

No estamos desamparadas, no. Si la desgracia nos deja en la orfandad y vemos que la costura y las labores de la mujer, hoy en manos de los hombres, no nos ayudan á subsistir, no por eso cubriremos de cosméticos y artificios nuestra epidermis para lanzarnos al vicio y recojer el cáncer insaciable y corrosivo de sus consecuencias, sino por el contrario, las ciencias y las artes bienaventuradas nos ofrecerán el pan cuotidiano, sin que por eso olvidemos los deberes de la Religión y los purísimos de la familia.

Vamos á transcribir para estímulo de las que lo necesi-

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Año 1, Tomo 1, Número 9

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dr e la que no haya estudiado la gravedad de sus deberes, la altura de su misión y la terrible responsabilidad que tiene ante la familia y la sociedad. Mas para atender á la educación de la mujer, bastará con que desde la más tierna infancia se le haga ingresar á los colegios? ¿Acaso por el solo hecho de que la mujer posea ciertos conocimientos y cierto grado de ilustración, ya está libre de la seducción, de ese temible enemigo del sexo débil? La vida práctica y la historia demuestran lo contrario, y ambas nos presentan á las pasiones dominando en todas las clases sociales, sin exceptuar á las personas de notoria instrucción, quienes en no pocos casos sienten más su tiranía. Preciso es convencerse en vista de esto, de que si la ignorancia y la necesidad prestan gran contingente al vicio, también los principios fijos y la debilidad de creencias son las que hacen olvidar los más sagrados deberes á todas esas infortunadas mujeres que á cada paso nos presenta la civilización moderna, hundidas en el cieno de la prostitución.

Necesario es prescindir de esa educación que reciben las jóvenes en algunos colegios, que sólo contribuye á fomentar la vanidad de la mujer, proporcionándole ideas que más tarde la llevan á creerse sabia porque habla más ó menos bien el inglés y francés, toca medianamente algún instrumento, dirige el lápiz sobre el papel satinado, tiene algunas nociones de historia y geografía y sabe de memoria algunas fórmulas sociales; y creyéndose con esto rica de sabiduría y dando por terminada su educación, rehusa inspeccionar los trabajos de sus criados; conceptúa iudecoroso de su ilustración confeccionar sus trajes y vestir con sencillez y se ocupa únicamente de mil bagatelas y frivolidades. Esta falsa y decantada ilustración, es la que proporciona á la mujer un amor propio sin límites, un orgullo insoportable, una extremada fatuidad y una odiosa altivez. Esta es la llamada instrucción que posee esa multitud de frívolas jovencitas que encontramos á cada paso en la sociedad, donde se hacen notar, por lo que nombran despejo, vivacidad é ingenio y que yo llamaré, desenvoltura y pedantería, por no darle otro nombre. Austeras en su moral y voluptuosas en su conducta, hablan constantemente de virtud, al paso que anhelan el placer: no buscan en el matrimonio más que los deleites del lujo y del amor, desechando los deberes de la: maternidad: elogian á la humildad, y se sonrojan de saludar en presencia de otros á algunas de sus amigas, cuya fortuna no es igual á la suya: el deseo de captarse la admiración dle todos, las hace ser inconstantes y sin principios fijos. Sin piedad, sin religión, sin moralidad, sin plan y sin principios, concluyen por causar la desgracia de su esposo, si algún desgraciado cautivado por su hermosura física ó por su aparente y superficial ilustración, les ofrece su corazón y su mano.

El único recurso que hay (en mi humilde opinión) para evitar ese cámulo de males que redundan forzosamente en perjuicio de la sociedad, prescindiendo de toda preocupación, es no formar bachilleras y séres inútiles para todo lo que no sea cubrirse de afeites, lazos y perfumes, sino impartir á la mujer una sólida enseñanza sobre bases religiosas, de las que no se puede prescindir, sin acabar con la sociedad. No basta la ley civil para evitar el vicio; es necesario un temor superior, una esperanza más sublime y menos flexible. La ley civil anatematiza por ejemplo, el adulterio, pero sólo desde que este crimen se presenta ante

ella; esto es, desde que es un hecho y se manifiesta al ex. terior; mas la virtud y la religión lo condenan desde que la imaginación lo concibe permitiéndolo la voluntad.

Necesario es que las madres, convirtiéndose en amorosas maestras, guíen siempre los primeros pasos de sus hijas hacia la instrucción, y que sólo hasta que en el infantil corazón de la mujer estén profundamente grabadas las ideas de virtud, religión, amor filial, modestia, laboriosidad y demás sentimientos que la trasforman en un sér amable y privilegiado, le toque su vez á los maestros, que hallando el terreno bien preparado, encontrarán discípulas inmejorables, dóciles y atentas á sus explicaciones.

Lo primero que se debe inculcar á una niña es el amor á la virtud, á la religión y á la fe: esta, es el único y más seguro refugio que nos queda en la adversidad, y el pedestal inmutable de todas las virtudes.

Un corazón sin fe, es un erial, un árido desierto, un campo estéril é infecundo, ajeno á todo cultivo y que no ofrece ni rosas aromáticas, ni frutos deliciosos.

¡Cuántas veces en los pesares de mi vida, en que mis ilusiones se han trocado en la más espantosa realidad, dejando en mi pecho un vacío terrible y desconsolador, he encontrado un suave lenitivo en los sentimientos de fe que mi buena madre y mis sabias profesoras grabaron en mi corazón!

La franqueza, la dulzura, la inocencia y el pudor, conservan la virtud; los vicios por el contrario, la alejan. Para conservar en nuestra alma tan preciada joya, se debe sacrificar sin vacilación alguna las exigencias de la vida material. La laboriosidad, es la segunda base de la edu— cación femenil, haciendo que la mujer adquiera en el amor al trabajo, una segunda naturaleza. Desde que la mujer se halla en las albores de la vida, se la-debe acostumbrar á levantarse con la aurora, haciendo que ayude en mayor ó menor escala según su edad, al aseo de la casa y el suyo propio, de manera que á la bora del desayuno, se halle vestida, limpia y peinada, y tenga aprendida alguna de sus lecciones. Siempre se le debe instruir con preferencia en todos log conocimientos necesarios al hábil gobierno de una casa, y lespués, desarrollar su inteligencia, para presentarla en la sociedad rica de adornos morales, más bellos, útiles y preferibles que los chales, gasas y blondas.

Una joven debe aprender forzosamente toda clase de trabajo doméstico: á distribuir el tiempo para sí y para sus criadas: á llevar la cuenta del gasto diario y á no desear nada más de lo justo, ni á envidiar el lujo y posición de las demás.

Necesario es que desprecie por vanos, ridículos, anti-estéticos y anti-higiénicos, todos esos caprichos de la moda que nos vienen del extranjero y por cuya adquisición, doloroso es confesarlo, sacrifican multitud de mujeres la paz de su hogar y el patrimonio de sus hijos.

¡Cuán pocas son las damas que dejan un periódico de modas para sucribirse á otro de ciencias y literatura! En cambio á muchas he visto enrojecerse de vergiienza cuando no van vestidas á la dernière.

Ojalá que todas las mujeres adquiriesen una profesión, arte ú oficio conforme á su inteligencia, aptitud y fortuna, para que le sirviese de escudo contra la miseria en todas las eventualidades de la vida, cuidando de que esto no sirva únicamente para halagar su vanidad, sino para pro

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Año 1, Tomo 1, Número 19

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EDUCACIÓN

Esta es una palabra que se oye por todas partes y que suena como moneda corriente. Fulano es rico, todo un gallardo mozo, pero no tiene educación. Zutana es bonita, pero.... y su familia ¡vamos! si carece de educación. Y siempre y por doquiera aparece ese eterno estribillo. Si quisiésemos se nos diera una definición correcta, por qué y en qué consiste la educación, difícilmente la podríamos obtener, aun de aquellas personas que motejan á otras en este sentido. Muchos dirán: pues la palabra es tan clara que no necesita explicación. Y es que la educación la adapta el individuo á su voluntad, comprendiéndola de distintas maneras y en diversas formas. Unos la hacen consistir en observar un estilo ceremonioso y afectado en el cual abundan de tal manera las cortesías y los cumplimientos, que fastidian al que por desgracia tiene que tratarlos frecuentemente; otros en no olvidar el día del santo de sus amigos, su cumpleaños, el aniversario de su matrimonio, todas las fechas memorables; no dejándolas pasar desapercibidas y que se les crea desatentos y mal educados; y en las señoras es casi una falta el no llevar la moda en todo su rigor y exageración. ¿Y á esto se puede llamar educación? De ninguna manera. Ella está ligada sin duda alguna con todos los deberes que el hombre ó la mujer contraen desde que vienen á la vida, sea cual fuere el lugar de su nacimiento, la religión que profese ó las leyes que le rijan; pero tiene que formarse de tres puntos precisos y necesarios para que sea completa: el religioso, el político y el social.

La religión es la base de que parten los otros dos, y estas creencias de la niñez podrán ser erróneas, pero son las que marcan en el corazón del hombre la conducta que seguirá más tarde, aun cuando haya nacido en China ó en Turquía. La política, para cumplir los deberes de ciudadano y las obligaciones que contrae con su patria; y la social, su porvenir, el respeto y consideración de sus semejantes y la tranquilidad y felicidad del hogar. Unidas estas, es lo que puede constituir una perfecta educación. De aquí se deduce, que se puede ser sabio á la vez que malvado, millonario é ignorante, trabajador y laborioso, pero rudo y grosero; y que á pesar de ser útil á sí mismo y á los demás, bien por el empleo que tiene ó por la profesión que ejerza, ni es feliz ni mucho menos, porque la una sin las otras deja un vacío imposible de satisfacer y el cual puede ser causa de la desgracia del hombre ó de la mujer. El verdadero mérito no consiste solamente en ser buen matemático, un hábil cirujano ó un notable abogado; se necesita también ser estimado, tenido por honrado, con agradable trato y de atentas mane. ras.

En el mismo caso se encuentra la mujer. Bueno es que una señorita lleve consigo la dote de la instrucción, pero antes que esto, debe saber cómo debe conducirse en sociedad, cosa en la que hoy por desgracia poco ó nada se fija la atención, y cuántas veces vemos en el seno de las familias á esas mismas jóvenes que son muy instruidas, desconocer por completo los deberes sociales que las ligan con padres, hermanos y amigas; tener un trato brusco, ser soberbias, altaneras y presuntuosas, riñendo constantemente con la moderación, y creyendo que porque

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tienen conocimientos, con esto lo tienen todo. ¡Error gravísimo y de fatales consecuencias, sobre todo para la tranquilidad doméstica. Una educación completa hace feliz al que la posee y á los demás, ya sea que el invierno cubra de nieve la cabeza, ó bien que la juventud lleve las alas de sus doradas ilusiones. La ancianidad vive de recuerdos y estos sólo pueden ser gratos si ellos alimentan la satisfacción de haber cumplido con todos los deberes que Dios y la sociedad nos han impuesto. Y para los jóvenes, qué mayor bien que caminar con seguro paso por la senda difícil de la vida!

De esta manera el tiempo pasa insensible 4 su lado, trayendo consigo un mundo de esperanzas.

Los padres defamilia deben procurar hasta donde les sea posible que sus hijos formen su educación bajo las bases que hemos indicado. En la mujer son necesarias é indispensables la primera y la última, porque es la que más tarde imprimirá en el hogar las primeras nociones de estos deberes haciendo que el niño pueda ser un hombre útil á sí mismo, á sus semejantes y á su patria. Descorrer el velo de la ignorancia en que muchos fundan la educación, hacer que el entendimiento desarrolle ideas nobles y elevadas, comprendiendo las ventajas que la religión, la instrucción y la urbanidad pueden dar unidas, extendiendo la esfera de su poder para que cada uno saque las ventajas que quiera para sí ó en beneficio de los suyos, por medio de una educación sólida y verdadera. Fácil es obtenerla, porque la religión nos da creencias saludables y sanas para la tranquilidad del espíritu; la ciencia nos ofrece obras hermosísimas, ya sea en el firmamento, bien en los campos, ora en el mar ó en las entrañas de la tierra; la sociedad, porque no puede haber conversación agradable si no es ayudada por el saber y conducida por la urbanidad.

Tal es la educación que puede hacer tanto al hombre como á la mujer buenos, honrados y felices, Búsquense los medios para conseguir este fin, y una vez obtenido, hágase buen uso de él, que sólo en esto consiste la educación.

IGNACIA PADILLA DE PIÑA.

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