molesten á maravilla. Las mantillas no se atan sobre la
cintura, sino sobre el pecho; este es el mejor medio que
se ha encontrado para evitar que el niño respire con li-
bertad: es decir, se le niega la cantidad de aire que el
pulmón necesita aspirar para que se verifique la trasfor-
mación de la sangre y esta vaya á nutrir todos los órga-
nos del cuerpo. La naturaleza nos ha dado aire en gran-
de abundancia; pero la madre, con la aplicación de las
mantillas sobre el pecho, se encarga de disminuirle la
ración al hijo de sus entrañas. No pareviendo bastante
molestos los fajeros, pretinas y cintas, se les eruzan los
bracitos sobre el pecho, se envuelven en una sábana y
muchas veces se atan con otro fajero: este es el lujo en el
martirio. Para completar la obra se envuelve la cabecita
del niño en el pañuelo formado alrededor de la cara co-
mo una toca, después se cruza sobre el pecho y se anuda
por la parte posterior, quedando de esta manera compri-
mido el cráneo é inmovilizado el cuello.
Ya tenemos al niño, objeto de la ternura maternal, con-
vertido en un rodillo, teniendo movimientos sÛlo de tota-
lidad y privado de respiraciÛn libre.
No os parece, lectoras, que hay razÛn para llamarles ·
las piezas de ropa con que se atavÌan los niÒos, instrumen-
tos inquisitoriales? Tiempo es ya de que cesen esos marti-
rios para el niÒo, proveyendo la canastilla de camisas sin
adorno y con sobrecosturas anchas y aplanadas; mantillas
de abrigo sin pretinas, detenidas por alfileres de seguri-
ridad; vendas de seis · ocho centÌmetros de ancho, por un
metro de largo y sin costura alguna (· lo m·s sobre hila-
dos los bordes) para contener la curaciÛn del ombtigo; ba-
tas largas y holgadas, de bombasÌ Û franela con mangas
holgadas tambiÈn y m·s largas que los brazos, que dete-
nidas por un alfiler en la parte delantera de la misma ba-
ta y al nivel de la cintura, eviten los movimientos bruscos
de los miembros superiores sin obligarlos · la inmovili-
dad; y por ˙ltimo, gorritos sin adornos que abriguen la
cabeza sin comprimirla. Con estas ropas se faltar· · la
estÈtica pero se le rendir· culto · la higiene, y la madre
dejar· de ser el verdugo iuconsciente de su hijo que tiene
derecho · moverse y respirar como todo ser humano, y
para el cual ella debe ser el guardi·n m·s solÌcito y com-
placiente. ?
Acostambran las madres acostar al niÒo en su misma
cama y · pretexto de que tienen frÌo, les cubren hasta la
carita con la misma ropa con que ellas se abrigan. Tal
procedimiento por m·s que estÈ conforme con el amor de
la madre es altamente anti-higiÈnico; porque se somete al
niÒo · respirar en los primeros dÌas de su vida un aire
que no reune las condiciones de pureza de que tanto nece-
sita el reciÈn nacido. El niÒo debe tener un poco lejos del
lecho de la madre su cama Û cuna provista de buenos abri-
gos, evitando las almohadas y colchones de pluma y con
un pabellÛn de tela ligera que le permita respirar libre-
mente.
No os alarmÈis, lectoras mÌas, si os quiero privar de la
dulce sabisfacciÛn de estrechar constantemente al niÒo
entre los brazos en los dÌas de vuestra convaleseencia, y
de presentarlos adornados con cintas y encajes. øQuÈ
importa que en los primeros meses omit·is esas ostenta-
ciones del refinamiento, sien cambio proporcion·is · vues-
bros hijos bienestar y salud?
La Iglesia manda que el bautizo de los niÒos soa en los
primeros dÌas que siguen al nacimiento; pero la Higiene,
sin censurar el mandamiento, aceptarÌa mejor que la ce-
-Temonla se retardara aleunos meses para evitar el enfria-
miento brusco que el agua produce, y el catarro que ge-
neralmente contraen los niÒos por tener que desnudarlos
casi enteramente en las sacristias, estando sudorosos por
el excesivo abrigo con que se les lleva. °Ojal· que la cere-
monia del bautizo se generalizara el hacerla · domicilio;
entonces yo serÌa la primera en aconsejaros que no retar-
darais el santo sacramento ya que todos sabemos que con
Èl libr·is · vuestros hijos del horroroso peligro de vivir
en tinieblas eternas en el Limbo. Mas como la Iglesia a˙n
no ordena que la ceremonia se retarde, Û se efect˙e en las
rec·maras, la Higiene lamenta esta omisiÛn y sonriente
da las gracias · la ley que se conforma con sÛlo el testi-
monio de dos personas para darle sus derechos civiles al
infante, Û espera un poco de tiempo para que lo presenten
al Registro, evitando de esta manera peligros que pueden
amenazar seriamente la vida del reciÈn nacido.
De los cuarenta dÌas en adelaute se ven por las calles
niÒitos recargados de adornos y cubierta la cara sÛlo con
un velo de tul. Los pobrecillos que no se dan cuenta de
si tienen la obligaciÛn de halagar el amor propio de la
mam· que se complace en mostrar p˙blicamente · su her-
moso hijo, Û la vanidad del pap· que abre el bolsillo para
la compra de listones y finÌsimas telas, sufre sin embargo
las sinrazones de la moda y tiene que dormir al aire libre,
como no lo harÌan seguramente ni su mam· ni su pap·, ·
pesar de ser m·s grandecitos.
øNo es verdad, lectoras queridas, que vosotras preferi-
rÈis que vuestros bebÈs no sean admirados por el p˙blico
en los seis primeros meses, cuando sep·is que antes de
esa edad muy f·cilmente contraen los niÒos catarros, pul.
monÌas y enfermedades del estÛmago? -øNo es cierto que
despuÈs quedarÈis bien compensadas y satisfechas en
vuestra amorosa y disculpable vanidad, mostrando · un
niÒo lleno de vida y que debe su salud · vuestros cuida-
dos en los primeros meses de su existencia? A los sacrifi-
cios que os cuesta la lactancia, agregad el del amor pro-
pio, y entonces con derecho podrÈis confesar ante vuestra
conciencia que habÈis cumplido con la sublime misiÛn que
tiene cerca de su hijo la madre buena.óMADRESELVA.
(Continuara).