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LLILAS Benson at Jun 17, 2025 07:13 AM

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de Manila entre los hombres doctos de todas las Religiones que había en aquella ciudad, o que estaríamos todos a su resolución; y las palabras formales de su carta son del tenor siguiente:
“...Nuestro intento, Padre Visitador, es servir a tan santa Religión como la Compañía, y seguirla en el Ministerio de China que sea posible, y así en nombre de esta mi Provincia suplico a V. P. se averigüen amigablemente estas cosas; que nos ofrecemos a seguir, que hecha esta diligencia se declarare poder seguirse aunque sea contra lo que sentimos. Tanto como esto, deseamos la paz”. Y en el siguiente dice: “...y confiriéndose con caridad, y deseo de conveniencia, se vea lo que es probable, y en ese sentido, estemos todas las religiones a lo que la Compañía dijere, y que si hubiere algo que no pueda ni deba seguirse, no se siga; que teniéndolo V. P. tan mirado todo o casi todo ha de salir en favor de la Compañía, y no obra cisma, ni diversidad de doctrinas en China”.
Esta carta es del año de 1639, de donde que como desde los principios hemos procurado, los Religiosos Predicadores, la unión y paz en este ministerio, hemos puesto los medios necesarios para conseguirla, y el no haberse efectuado no ha quedado por nuestra parte. Viendo pues el dicho Dr. Provincial que no pudo conseguir lo que pidió al P. Visitador, o viéndose los puntos de tanta importancia, se determinó que fuesen a Roma dos Religiosos, porque habían sido ministros en este Reino: uno de nuestra Religión, el P. Dr. Juan Bautista de Morales, y el otro de la Seráfica, el R. Fr. Antonio de Nuestra Señora (aunque este se quedó en Macao por orden de su Prelado).
Dos años puso el R. Fr. Juan Bautista en el camino hasta Roma, de los estorbos que tuvo en el camino, y de los impedimentos que le pusieron en la misma curia, para que no se tuviesen las congregaciones en que se habían de decir las propuestas que él llevaba y de lo que se sucedió, hubo que llegar a quejarse al Papa Urbano VIII, ya sea dicho por extenso en otra parte. Ninguno por cierto, supuesto lo dicho, nos puede como tan hecho alguno diciendo que fuimos a Roma con la primera noticia que tuvimos de estos puntos; que es antes decir procuramos que se ventilasen en Manila, y pedimos los fundamentos que había para permitir lo que se permitía, y no pudimos conseguir lo uno ni lo otro. Y el P. visitador Rubio que se les siguió a el P. Manuel Díaz le dijo a el P. Dr. J. Susco Bautista que si estos puntos no se resolvían en Roma no se había de conseguir la unión que se pretendía, porque en las dos Religiones había hombres doctos, y cada uno había de querer defender su partido, lo cual se obviaba si venía determinado de la Silla Apostólica. Y aun esto no bastó, pues después de tres decretos Apostólicos está la cosa como se estaba antes, y aun de peor condición como queda dicho, y mientras no se disputare, de parte de donde lo pueda determinar, y se vieran dos fundamentos de entrambos padres, de otros son papeles muertos, y así es necesario que haya quien les dé la vida y responda a los argumentos que entonces se puedan ofrecer, pues para ayudar en algo a los que se hallaren en dichas disputas si se hicieren, o tuvieren en algo, aproveche este tratado.
Acrispuntos se reducen los fundamentos de nuestro sentir en estas materias. Al primero y principal, a las autoridades de los libros clásicos, que corren en todo el Reino, y la interpretación de los doctores seguidos de todos en estos tiempos y comentadores clásicos. El segundo, a lo que hemos visto y experimentado en los lugares donde hemos estado. El tercero, a lo que hemos visto así los cristianos como a los gentiles acerca de dichos puntos, y todos estos dos concuerdan con el primero. No se puede responder que lo que hemos visto y oído es solo en una parte

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