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Año 1, Tomo 1, Número 3

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HIGIENE. DEDICADO Á LAS MADRES DE FAMILIA

A vosotras, mártires del hogar que primero exponéis vuestra vida y después sacrificáis descanso y tranquilidad por los frutos de vuestro amor, á vosotras os dedico estas pláticas. Si ellas carecen de erudición, perdonad la pobreza del presente que os hago; mas si alguna vez encontráis un consejo útil, reclamo como premio que á mi nombre

imprimáis un beso en la sonrosada boquita de vuestros bebés.

Vamos á considerar al niño desde ese momento crítico en que agitando sus manecitas como para defenderse, protesta con toda su naciente energía contra el frío y el primer rayo de luz que hiere su pupila.

Ese niño que es esperado con ansiedad, para el que ya está preparada con toda la coquetería maternal la alba cuna y la preciosa camisa de batista ¡ay! ese niño es recibido con malos tratamientos. ¡Quiñen creyera que la madre toda amor y abnegación, prepara para su hijo, y aun antes de conocerlo, los instrumentos inquisitoriales para aplicarle el tormento desde el primer instante de su llegada al mundo! ¡Quién lo creyera! Y sin embargo, es una verdad palmaria que procuraré demostraros; pero antes de hacerlo voy á hablaros de un punto vital para los niños: del momento en que se les debe cortar el cordón ombilical.

Es general que lamadre y los asistentes obliguen con sus indicaciones á la persona que está al lado de la enferma, prodigando sus recursos científicos, á que retire cuanto antes al niño, para lo cual necesita cortar el cordón. Est· probado perfectamente que un niño despuÈs de nacido, continúa recibiendo sangre por el cordón ombilical, durante algunos minutos; así pues, la madre no debe obligar á quien la cuida á que corte el cordón, sino que debe esperar el tiempo preciso para que lo haga y así el niño tendrá tres onzas más de sangre en sus vasos. Todos sabemos que la riqueza en cantidad y calidad de la sangre, es un elemento poderoso de vida; y siendo esto así, las madres no deben privar á sus hijos de ese aumento de sangre.

Estoy segura que ninguna de mis lectoras permitiría que un flebotomiano practicara una sangría en el recién nacido y le extrajera tres onzas de sangre; y bien, la madre desempeña para con su hijo el papel del flebotomiano cuando pide que se apresuren á cortar el cordón.

Nada os diré de las condiciones que debe llenar el primer baño para el bebé: esto le toca á la persona que asiste á la enferma; pero examinemos rápidamente los instrumentos que ha forjado la madre para martirizar á su hijo. El primero, y no poco importante, es la camisa: es de rigor que esa pieza de ropa sea compuesta (de no ser así se dirÌa que la madre sólo sirve para el estrado; ¡qué vergüenza!) la monísima camisa lleva encajes en el cuello y puños; las costuras todas, también llevan encajes ó tiras bordadas, cerraduras de camarón, costillas de ratón, ete., ó bien sobrecosturas que no queden aplanadas (esto no es de mujeres hacendosas) sino como un cordón. Todos estos primores son más notables y numerosos cuando se espera al primer niño ¡pobres primogénitos! En el caracol se repiten las preciosidades que en la camisa, y algunas otras: encajes con profusión, botones, etc. además debe quedar perfectamente ajustado, porque si no es así, ¡qué feos se ven los niños; parecen muñequitos desbaratados! Y qué diremos del fajero? es uno de los útiles que llenan mejor su objeto; es decir, martirizan más á los nenes, pues esa tira de dos á tres dedos de ancho lastima el delicado abdomen del niño y le hace llorar amargamente.

Las mantillas, en lo general, se hacen en forma de delantal y plegadas á tablas; de esta manera se consigue que los bordes de los tablones y las cintas de las pretinas

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molesten á maravilla. Las mantillas no se atan sobre la cintura, sino sobre el pecho; este es el mejor medio que se ha encontrado para evitar que el niño respire con libertad: es decir, se le niega la cantidad de aire que el pulmón necesita aspirar para que se verifique la trasformación de la sangre y esta vaya á nutrir todos los órganos del cuerpo. La naturaleza nos ha dado aire en grande abundancia; pero la madre, con la aplicación de las mantillas sobre el pecho, se encarga de disminuirle la ración al hijo de sus entrañas. No pareciendo bastante molestos los fajeros, pretinas y cintas, se les cruzan los bracitos sobre el pecho, se envuelven en una sábana y muchas veces se atan con otro fajero: este es el lujo en el martirio. Para completar la obra se envuelve la cabecita del niño en el pañuelo formado alrededor de la cara como una toca, después se cruza sobre el pecho y se anuda por la parte posterior, quedando de esta manera comprimido el cráneo é inmovilizado el cuello.

Ya tenemos al niño, objeto de la ternura maternal, convertido en un rodillo, teniendo movimientos sólo de totalidad y privado de respiración libre.

No os parece, lectoras, que hay razón para llamarles á las piezas de ropa con que se atavían los niños, instrumentos inquisitoriales? Tiempo es ya de que cesen esos martirios para el niño, proveyendo la canastilla de camisas sin adorno y con sobrecosturas anchas y aplanadas; mantillas de abrigo sin pretinas, detenidas por alfileres de seguriridad; vendas de seis á ocho centímetros de ancho, por un metro de largo y sin costura alguna (á lo más sobre hilados los bordes) para contener la curación del ombligo; batas largas y holgadas, de bombasí ó franela con mangas holgadas también y más largas que los brazos, que detenidas por un alfiler en la parte delantera de la misma bata y al nivel de la cintura, eviten los movimientos bruscos de los miembros superiores sin obligarlos á la inmovilidad; y por último, gorritos sin adornos que abriguen la cabeza sin comprimirla. Con estas ropas se faltará á la estética pero se le rendirá culto á la higiene, y la madre dejará de ser el verdugo inconsciente de su hijo que tiene derecho á moverse y respirar como todo ser humano, y para el cual ella debe ser el guardián más solícito y complaciente.

Acostumbran las madres acostar al niño en su misma cama y á pretexto de que tienen frío, les cubren hasta la carita con la misma ropa con que ellas se abrigan. Tal procedimiento por más que esté conforme con el amor de la madre es altamente anti-higiénico; porque se somete al niño á respirar en los primeros días de su vida un aire que no reune las condiciones de pureza de que tanto necesita el recién nacido. El niño debe tener un poco lejos del lecho de la madre su cama ó cuna provista de buenos abrigos, evitando las almohadas y colchones de pluma y con un pabellón de tela ligera que le permita respirar libremente.

No os alarméis, lectoras mías, si os quiero privar de la dulce sabisfacción de estrechar constantemente al niño entre los brazos en los días de vuestra convalescencia, y de presentarlos adornados con cintas y encajes. ¿Qué importa que en los primeros meses omitáis esas ostentaciones del refinamiento, si en cambio proporcionáis á vuesbros hijos bienestar y salud?

La Iglesia manda que el bautizo de los niños sea en los primeros días que siguen al nacimiento; pero la Higiene, sin censurar el mandamiento, aceptaría mejor que la ceremonia se retardara algunos meses para evitar el enfriamiento brusco que el agua produce, y el catarro que generalmente contraen los niños por tener que desnudarlos casi enteramente en las sacristias, estando sudorosos por el excesivo abrigo con que se les lleva. ¡Ojalá que la ceremonia del bautizo se generalizara el hacerla á domicilio; entonces yo sería la primera en aconsejaros que no retardarais el santo sacramento ya que todos sabemos que con él libráis á vuestros hijos del horroroso peligro de vivir en tinieblas eternas en el Limbo. Mas como la Iglesia aún no ordena que la ceremonia se retarde, ó se efectúe en las recámaras, la Higiene lamenta esta omisión y sonriente da las gracias á la ley que se conforma con sólo el testimonio de dos personas para darle sus derechos civiles al infante, ó espera un poco de tiempo para que lo presenten al Registro, evitando de esta manera peligros que pueden amenazar seriamente la vida del recién nacido.

De los cuarenta días en adelante se ven por las calles niñitos recargados de adornos y cubierta la cara sólo con un velo de tul. Los pobrecillos que no se dan cuenta de si tienen la obligación de halagar el amor propio de la mamá que se complace en mostrar públicamente á su hermoso hijo, ó la vanidad del papá que abre el bolsillo para la compra de listones y finísimas telas, sufre sin embargo las sinrazones de la moda y tiene que dormir al aire libre, como no lo harían seguramente ni su mamá ni su papá, á pesar de ser más grandecitos.

¿No es verdad, lectoras queridas, que vosotras preferiréis que vuestros bebés no sean admirados por el público en los seis primeros meses, cuando sepáis que antes de esa edad muy fácilmente contraen los niños catarros, pulmonías y enfermedades del estómago? ¿No es cierto que después quedaréis bien compensadas y satisfechas en vuestra amorosa y disculpable vanidad, mostrando á un niño lleno de vida y que debe su salud á vuestros cuidados en los primeros meses de su existencia? A los sacrificios que os cuesta la lactancia, agregad el del amor propio, y entonces con derecho podréis confesar ante vuestra conciencia que habéis cumplido con la sublime misión que tiene cerca de su hijo la madre buena —MADRESELVA. (Continuará).

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Año 1, Tomo 1, Número 4

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HIGIENE Dedicado á las madres de familia (continúa)

Nada más halagador para la tierna madre que recibir de su hijo la angélica sonrisa con que responde á los amantes besos; nada más bello que contemplar al niño haciendo sus primeros ensayos para tomar entre sus manecitas delicadas como lirio sonrosado el juguetillo qñe se le presenta, y leer en sus ojos los primeros destellos de su inteligencia que se manifiesta, ya por graciosos mohines, ya con muestras de desagrado por alguna contrariedad. Este desarrollo lento y gradual sólo se efectúa en buenas condiciones cuando el bebé goza de perfecta salud.

Uno de los elementos principales con que todos contamos para reparar el gasto de nuestros órganos es la alimentación. En los órganos y tejidos del niño, no sólo se efectúa un trabajo de conservación y reparación, sino que además tiene el organismo que crear en mayor cantidad los elementos necesarios para el crecimiento de todas sus partes. Por esta razón es de tan alta importancia la propiedad en la alimentación del niño, pues ella constituye, por decirlo así, los cimientos de ese edificio molecular que más tarde, cuando esté en pleno desarrollo, podrá resistir á los impetuosos huracanes de la vida, ó se derrumbará al menor soplo acusando á los que no supieron resguardarlo. ;

¿Qué madre vé con indiferencia la alimentación de su hijo? y sin embargo, con la más sana intención acercan muchas veces á los labios del niño sustancias nocivas, creyendo que cumplen con el deber de alimentarlo. Fijémonos por un momento en lo que acontece todos los días, y sin exagerar los hechos, fácil me será demostraros que inocentemente las familias preparan á sus niños de tal modo que más tarde son unos entes enfermizos é ineptos para trabajos tanto materiales como del orden intelectual.

Nace el niño, y después de las primeras inspiraciones que ponen en plena actividad sus órganos respiratorios, se escucha que en la garganta y el pecho hay una acumulación de mucosidades que impiden el libre acceso del aire á los pulmones. Inmediatamente que se observa esta dificultad, la mamá grande (que es en general la que toma la voz de mando en los casos de alumbramiento, escudada en la autoridad que le da la experiencia) á pesar de la superioridad que en ese momento debe tener la persona que asiste á la enferma, protesta y manda preparar la consabida agua de orégano para darla al niño por medio de la muñequilla y de esta manera cortar las flemas que amenazan ahogar al recién nacido. Hay aquí un primer punto que es necesario declarar suficientemente para evitar falsas deducciones: creen muchas personas que las flemas están exclusivamente en el estómago y que por eso es necesario propinar el cocimiento de orégano que obrando en el niño como vomi-purgante, lo librará de esa molestia. Es verdad que en el estómago existen, en las primeras horas que siguen al nacimiento, algunas mucosidades, pero estas en nada molestan al niño; su destino es deslizarse á los intestinos de donde serán expulsadas al poco tiempo. Las flemas se producen en los bronquios: son el resultado de la actividad pulmonar que no había sido puesta en juego sino hasta el momento en que el nuevo ser abandona el claustro materno, para vivir con vida propia; así pues, el agua de orégano carece de esa eficacia que se le atribuye, supuesto que va al estómago y no puede cortar lo que existe en las vías respiratorias. Pasadas algunas horas las flemas tendrán que abandonar la laringe, con sólo favorecer su expulsión colocando al niño en posición conveniente (acostado sobre un lado) para que sea fácil la salida de las mucosidades por la boca. Ninguna utilidad tiene el orégano, y en cambio se introducen con él principios irritantes que predisponen á los cólicos y mala digestión.

Permitidme, lectoras, que os dé un consejo: sed dóciles á las indicaciones de la persona que se encargue de prodigaros cuidados, cuando vayáis á ser madres; pensad que el arte de los partos ha abandonado la senda del empirismo para seguir la ruta que la ciencia traza, y no confiéis en la experiencia de vuesta familia, porque esa experiencia, ha sido conquistada antes de que la práctica de la Obstetricia estuviera encomendada á personas idóneas. Hoy la Profesora en partos no es la Comadrona de otros tiempos á quien le bastaba haber dado á luz un número considerable de niños, para librarse á asistir enfermas; hoy esa rama de las Ciencias Médicas, es cultivada por personas entre las cuales se cuentan muchas dignas de consideración por su saber y moralidad, y estas no pueden nunca aconsejaros sino lo que la ciencia les haya enseñado para bien vuestro y de vuestros hijos.

Continuemos examinando la manera más generalmente adoptada entre las familias para alimentar al niño en los primeros días de la vida.

Laa secreción láctea tarda habitualmente dos ó tres días para establecerse, y durante este tiempo, no queriendo que el niño esté sin alimento se le propina, siempre con la munequilla (que debería suprimirse porque no pocas veces ha causado la sofocación de los niños, ó por lo menos el algodoncillo ), jarabe de achicoria, ó yema de huevo mezclada con aceite de almendras. ¿Para qué introducir al estómago sustancias medicamentosas de que no necesita el que está en plena salud? Para qué fatigar ese órgano con alimentos que no podrán ser digeridos, supuesto que en esa época de la vida el estómago carece de principios que hagan asimilable otra grasa que la contenida en la leche?

No me acuséis de inhumana; de ninguna manera quiero aconsejaros que impasibles contempléis á vuestros niños manifestando la necesidad de alimento y que os neguéis á proporcionarlo á esos seres, encanto de vuestra vida. ¿Queréis purgar á vuestros hijos? la Naturaleza es previsora como buena madre: en la secreción láctea se encuentran principios que favorecerán el barrido (permitid - me la frase) del intestino, sin recurrir á la achicoria. ¿Queréis alimentarlos? dadles agua tibia con azúcar de leche: en esa sustancia les daréis un alimento apropiado á sus necesidades sin exponerlos á las indigestiones que puede producir el huevo con aceite.

Concluiré esta ligera é imperfecta plática, recomendándoos que no os acerquéis al seno á vuestros niños antes de las primeras veinticuatro horas. Hay casos en que será necesario apartarse de esta regla, hoy generalmente adoptada por los higienistas; pero estas excepciones toca al médico señalarlas y no á la madre. Si tenéis necesidad de que el niño dé al seno la forma adecuada, podéis hacer

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Año 1, Tomo 1, Número 9

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HIGIENE DEDICADO Á LAS MADRES DE FAMILIA (CONTINÚA)

¡Cuánto interés inspira un niño cuando lo vemos desde los primeros días de su vida buscar con avidez el seno que lo alimentará! ¡Pobrecillo! La razón de la fuerza lo obligaría á tomar lo que se le presenta, y tomaría un veneno si se le acercara á los labios. Cuántas veces las madres por ignorancia ó por otras causas menos disculpables obligan á sus hijos á recibir una alimentación que hace las veces del veneno. Perdonad, lectoras mías, que me distraiga en digresiones que pueden parecer temerarias apreciaciones, y continuemos el estudio de la alimentación de la niñez para que vosotras sin mi ayuda deduzcáis lo que esté más conforme con vuestro buen juicio.

La alimentación de los recién nacidos se divide en natural y artificial; la primera se subdivide en lactancia materna, mercenaria ó por medio de algunos animales hembras. En la artificial está comprendida la leche de burra, cabra ó vaca, propinada por medio del viverón, (mamadera) botella proveída de una esponja, ó á tazas. Otro medio de alimentación que los franceses llaman elêvage à sec consiste en dar al niño desde sus primeros días leche artificial, papillas ó atole de sagú, arrourroot, tesoro de los niños, ó harinas lácteas,

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tra ante este dilema: abandonar temporalmente á su hijo ó perecer de hambre? ¡Pobres madres!

La pluma ha corrido, lectoras mías, é inconscientemente me he apartado de mi programa; pero para contentaros, haré un esfuerzo é imitando lo que se hace con los instrumen-* tos de música, obligaré mi plática á higiene; vais á verlo.

La Higiene cuida entre otras cosas de la mejor manera para conservar la especie humana; ¿no es cierto? La clase obrera por la razón que he procurado bosquejar y por otras muchas de que no me atrevería á hacer el boceto, arroja un contingente muy considerable en las estadísticas de esterilidad, consecutiva á enfermedades de la cintura, y de la mortalidad en los niños pequeños; ¿concedéis? luego os he hablado en nombre de la Higiene; y también en su nombre os hablaré de un medio que hay para que la obrera pueda conciliar el cuidado de su hijo recién nacido y la asistencia al taller en donde gana un pan cuotidiano.

Existen en Europa sociedades protectoras de la infancia que se encargan de llevar á domicilio recursos para las obreras que por estar en la convalescencia de su alumbramiento no pueden trabajar, y estos auxilios son impartidos sin distinción de religiones ni estado civil. Existe también la costumbre en algunos dueños de talleres, de continuar pagándoles á las obreras su jornal hasta que el médico declara que están en condiciones de volver al obrador. También en Europa hay establecimientos en donde se reciben á los niños desde los pocos días de nacidos hasta la época del destete, y allí son cuidados durante el día y alimentados por nodrizas, dejando así á las madres obreras el tiempo libre para trabajar, y sin privarlas en la noche de las caricias y compañía de sus hijos. Algunos de estos establecimientos son grabuitos, sostenidos por asociaciones piadosas ó por el Municipio; en otros exigen una pequeñísima retribución que las obreras pueden satisfacer. Algunos industriales ricos han creado en el interior de sus fábricas ó talleres, un departamento especial en donde la obrera deja á su hijo al cuidado de mujeres pagadas con este objeto y la madre puede cada dos ó tres horas ir en busca de su niño para alimentarlo. De esta manera la obrera trabaja tranquila y no desatiende los principales deberes de una madre.—MADRESELVA. (Continuará).

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