Año 1, Tomo 1, Número 19

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EDUCACIÓN DOMÉSTICA. (CONTINÚA).

II

Spencer, al hablar de educación impugnando la moda de obligar á los alumnos á fatigar inútilmente su memoria con la adquisición de conocimientos como el griego, el la: tín y otros que les son perfectamente inútiles en la vida práctica, habla del origen de los vestidos, en estos términos:

“¿Se ha observado con mucha exactitud que, históricamente, el adorno de la persona ha precedido al uso del vestido. Pueblos que se someten á los mayores sufrimien. tos para pintarrajear su cuerpo, soportan temperaturas extremas sin cuidarse apenas de mitigar su rigor. Humboldt nos refiere que el indio del Orinoco, que desatiende casi por completo su comodidad física, trabajará durante quince días para procurarse colores, con los cuales espera ser admirado. La misma mujer que no vacilaría en dejar completamente desnuda su cabaña, no se atrevería á incurrir en tamaña infracción de la moda como la de salir mostrando su epidermis sin ninguna pintura. Todos los viajeros observan que las baratijas y cuentas de color son más estimadas por las tribus salvajes, que las telas de algodón y los trajes amplios y cómodos; y las anécdotas que refieren del grotesco uso que aquellas hacen de las camisas y demás prendas que se les da, patentizan evidentemente cómo la idea de adornarse se sobrepone en ellas á la de

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vestirse. Pero hay ejemplos más concluyentes como lo es el hecho narrado por el capitán Speke: “Cuando hacía buen tiempo, dice éste, los africanos se pavoneaban orgullosamente envueltos en sus mantos de piel de cabra; pero á la menor humedad se despojaban prontamente de sus mantos, los plegaban con cuidado, y exponían, tiritando, sus carnes desnudas á la inclemencia de la lluvia.”

Todos estos detalles de la vida primitiva demuestran que el uso del vestido ha nacido del prurito de adornar el cuerpo, y hay mayor razón para insistir en este origen, cuando se observa que entre nosotros mismos son muchos los que prefieren el lujo al bienestar, la elegancia á la comodidad, las ventajas externas que deben á sus trajes á los servicios que estos les prestan.”

En efecto, el gusto de lo brillante ha precedido al uso de lo útil; y aunque en nuestros días el sentimiento de la comodidad ocupa el primer rango en los vestidos de los hombres, no sucede lo mismo con el de las mujeres, que cada día, por acatar las leyes de la Moda se imponen nuevos y penosos sacrificios que afectan su constitución; y lo que es peor, educan así á sus hijas sin preocuparse de las consecuencias. Hace poco tuvimos ocasión de lamentar la muerte de tres amigas que perecieron al dar á luz su primer hijo; y como estos hechos se repitieron en otras personas que conocíamos, preguntamos á un amigo Doctor, por qué esas pobres madres habían tenido ese desenlace en un acontecimiento tan natural, y nos contestó: “La Moda, los tacones, el corsé, las fajas de resorte, ete., son los poderosos y eficaces factores de estas desgracias.” Insuficientes para tratar fisiológicamente los deplorables efectos que producen esas causas, nos limitamos á lamentar la perniciosa moda, y no nos atreveremos á tratar de extirparla por temor de incurrir en el desagrado de nuestras lindas pollas, que verían como un delito de lesa elegancia el consejo de suprimir el corsé cuando la Moda ordena que se lleve. Sin embargo, como nos complacemos en reconocer el buen juicio de nuestras compatriotas, y escribimos con el objeto de hacer extensivas algunas prátticas de sencilla y útil aplicación en la familia, no vacilamos en aconsejar á las madres que cuando menos, retarden cuanto sea posible el uso del corsé y de las fajas de resorte para dejar en completa libertad el desarrollo físico de la mujer, teniendo en cuenta sus imprescindibles funciones de madre.

Madreselva, en sus preciósos artículos de Higiene, encarga la proscripción de randas, encajes y bordados en la envoltura de los recién nacidos, exponiendo los perjuicios que pueden acarrear á los niños estos adornos; no dudamos que la correcta escritora será oída, y que cuando menos, en los primeros días de la vida, los niños serán preservados de los peligros que más tarde les traerá la Moda.

No se crea que al hablar así condenamos absolutamente las prescripciones de la voluble deidad ni pedimos que se pasen por alto sus prudentes advertencias; nada de eso: no olvidamos que “el mundo vive de formas” y por lo mismo creemos necesario seguir con moderación y juicio la moda reinante. Sólo deseamos que no se le sacrifique la salud; y que no se acostumbre á los niños á rendir un culto inmoderado á la exigente diosa, ni á estar siempre pendiente de susinnumerables caprichos para acatar sin previsión ni examen todas susleyes. Creemos que la virtud de la modestia inculcada desde muy temprano en los hábitos y gustos

de las niñas darán ópimos frutos cuando á su vez tengan ellas que formar corazones y caracteres que han de influir necesariamente en la sociedad, Así una madre prudente acostumbrará á su hija á no desear nunca más de lo que posee; y evitará cuidadosamente que se despierte én ella el deseo de competir en adornos y vestidos con sus amiguitas, haciéndole profesar como un principio, que la única competenciadignases la de la inteligencia. Les enseñará que un vestido bien cortado y limpio, aunque sea de una tela modesta, vale tanto como otro de rica seda que tal vez ha costado penosos sacrificios adquirir. La acostumbrará á que tome parte en la confección de sus vestidos y de su ropa interior, imponiéndole el deber de revisar esta semanariamente para que nunca la falta de una cinta ó de un botón acuse descuido y abandono.

La modestia, el aseo y el sentimiento de la comodidad, creemos que deben ser los principales móviles para la compra y confección de los vestidos. (Continuará.) MATEANA MURGUIA DE ÁVELEYRA.

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