| 6EDUCACIÓN DOMÉSTICA.
(CONTINÚA).
II
Spencer, al hablar de educación impugnando la moda
de obligar á los alumnos á fatigar inútilmente su memoria
con la adquisición de conocimientos como el griego, el la:
tín y otros que les son perfectamente inútiles en la vida
práctica, habla del origen de los vestidos, en estos tér-
minos:
“¿Se ha observado con mucha exactitud que, histórica-
mente, el adorno de la persona ha precedido al uso del
vestido. Pueblos que se someten á los mayores sufrimien.
tos para pintarrajear su cuerpo, soportan temperaturas
extremas sin cuidarse apenas de mitigar su rigor. Humboldt
nos refiere que el indio del Orinoco, que desatiende casi
por completo su comodidad física, trabajará durante quin-
ce días para procurarse colores, con los cuales espera ser
admirado. La misma mujer que no vacilaría en dejar com-
pletamente desnuda su cabaña, no se atrevería á incurrir
en tamaña infracción de la moda como la de salir mostran-
do su epidermis sin ninguna pintura. Todos los viajeros
observan que las baratijas y cuentas de color son más
estimadas por las tribus salvajes, que las telas de algodón
y los trajes amplios y cómodos; y las anécdotas que refie-
ren del grotesco uso que aquellas hacen de las camisas y
demás prendas que se les da, patentizan evidentemente
cómo la idea de adornarse se sobrepone en ellas á la de | 6EDUCACIÓN DOMÉSTICA.
(CONTINÚA).
II
Spencer, al hablar de educación impugnando la moda
de obligar á los alumnos á fatigar inútilmente su memoria
con la adquisición de conocimientos como el griego, el la:
tín y otros que les son perfectamente inútiles en la vida
práctica, habla del origen de los vestidos, en estos tér-
minos:
“¿Se ha observado con mucha exactitud que, histórica-
mente, el adorno de la persona ha precedido al uso del
vestido. Pueblos que se someten á los mayores sufrimien.
tos para pintarrajear su cuerpo, soportan temperaturas
extremas sin cuidarse apenas de mitigarsurigor. Humboldt
nos refiere que el indio del Orinoco, que desatiende casi
por completo su comodidad física, trabajará durante quin-
ce días para procurarse colores, con los cuales espera ser
admirado. La misma mujer que no vacilaría en dejar com-
pletamente desnuda su cabaña, no se atrevería á incurrir
en tamaña infracción de la moda como la de salir mostran-
do su epidermis sin ninguna pintura. Todos los viajeros
observan que las baratijas y cuentas de color son más
estimadas por las tribus salvajes, que las telas de algodón
y los trajes amplios y cómodos; y las anécdotas que refie-
ren del grotesco uso que aquellas hacen de las camisas y
demás prendas que se les da, patentizan evidentemente
cómo la idea de adornarse se sobrepone en ellas á la de |