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En el nombre de la Santísima Trinidad, Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo. Amén. Que todos sepan, quienes vean este mi testamento escrito, que yo, Don Juan Hernández, hago este testamento. Aquí es mi hogar en este pueblo de San Esteban Yancuic, perteneciente al barrio de San Esteban. Y aunque mi cuerpo está enfermo, mis cinco sentidos están perfectamente sanos gracias a las oraciones de la Santa Iglesia Católica Romana, en la cual creo completamente, y en esta fe quiero morir. Primero, en las manos de Nuestro Señor Dios dejo mi alma, que es verdaderamente su creación y que ha redimido con su preciosa sangre. Y mi cuerpo terrenal lo asigno a la tierra de donde salió y fue creado. Y cuando Dios quiera que yo muera, pido que mi cuerpo terrenal sea enterrado en la iglesia de Nuestro Señor Dios San Francisco. Mi entierro se hará en el altar de Nuestra Señora de la Limpia Concepción, donde estará el lugar de mi entierro. Se hará con cruz alta, misa cantada con cuerpo presente. Mi mortaja será hecha de una manta blanca. Y mis albaceas verán cómo se pagará mi entierro. Dejo una casa grande con su puerta y también un aposento con su puerta, y una cocinita con su puerta, con todo su huerto, que ya se sabe que se venderá para que de ahí salgan los derechos para mi sacerdote. También digo que se den mandas forzosas para la Santa [Cruzada] de Jerusalén y redención de cautivos a dos reales; para la Cofradía del Santísimo, nuestra preciosa y honorable madre [María], las Ánimas [del Purgatorio] y San Francisco, seis tomines cada uno. También digo que Dios me dio a mi esposa en matrimonio, cuyo nombre era... ya Dios se la llevó. Y Dios nos dio diez hijos, siete ya Dios se los llevó, tres están vivos. La mayor es María, otra es Juana Micaela, y otro es Joaquín Hernández. También digo que me casé por segunda vez en matrimonio con mi esposa llamada Micaela Francisca. Dios nos dio ocho hijos, cinco ya Dios se los llevó, tres están vivos. El mayor se llama Santiago Cristóbal, otra se llama María Gertrudis, otro se llama José Antonio Ramón. También digo que a mi hermana Tomasa María, a quien ya mencioné, le regalo una imagen y un terreno de quince varas para que viva ahí. Desde que vive le di mi parte, la mitad la pagué yo, la otra mitad la pagó mi esposa Tecto María, a quien Dios se llevó. Y siempre ha estado este terreno a mi cargo, lo que hemos acordado. Por eso, es mi voluntad dejarle este terreno a mi hermana, salvo que
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