| 5Año de 1594
tan rrigorosa enfermedad, y suplicavale, como hacia el santo
Pontificie pio quinto, que le acresentase los Dolores, con tal
que le diese paciencia para ellos [tachado] y con grande humil
dad decia q[u]e aquella era singularicima merced q[u]e rese=
via de la mano de Dios, pues le concedia que esta vida
pagase sus culpas, mereciendo estar en el ynfierno por ellas.
Muchas veses apretándole el Dolor se arrojava sobre la
cama y reprchentiase ahí mismo por tenerla, diciendo: que
verguenza tan grande es esta q[u]e el hijo de Dios a la ho
ra de su muerte no tubo donde reclinar su Caveza y yo, sin
do el mayor pecador del mundo, tengo almoadas en que po
nerla y cama en que descansar. Tales concideraciones
tenia, y tales cosas hablaba que quanto se hallaban presentes
quedavab admirados de oyrle y muy edificado de la
gran comformidad que tenia con la voluntad Divina en
sus trabajos, y de alli salian contrarios y compungidos. Muchos
hombres Doctos haviéndole oydo apuntavan las delicade
sas y sutiles puntos que decia declarando lugares de la sagrada
escritura y de los santos en orden a dar gracias a Dios
por la merced que le hacia en tenerlo tan lleno de Dolo-
res y fatigas; y con ser ellas tan grandes, nunca en todo el
discurso de la enfermedad se negó a Perzona que quisiese ha-
blarle como fuese negocio de ymportancia, ni alzó la mano
del Gobierno de su yglesia. Nadie le oyó pedir a Dios jamas
que le quitase los Dolores, sino con grande resignacion en la
Divina voluntad decia lo que nuestro soberano maestro-
Cristo dijo en el huerto: Padre y Señor, no se haga mi voluntad,
sino la tuya. Durole la enfermedad año y medio y al ca=
bo de este tiempo quiso Dios consolar á su siervo, y que
se acabasen sus trabajos y comenzase a gozar de los
premios eternos. Hallandose sercano á la muerte, pidió
el Santisimo Sacramento del altar, viático de aquella
larga Jornada y Reciviole con mucha devocion y lagri | 5Año de 1594
tan rrigorosa enfermedad, y suplicavale, como hacia el santo
Pontificie pio quinto, que le acresentase los Dolores, con tal
que le diese paciencia para ellos [tachado] y con grande humil
dad decia q[u]e aquella era singularicima merced q[u]e rese=
via de la mano de Dios, pues le concedia que esta vida
pagase sus culpas, mereciendo estar en el ynfierno por ellas.
Muchas veses apretándole el Dolor se arrojava sobre la
cama y reprchentiase ahí mismo por tenerla, diciendo: que
verguenza tan grande es esta q[u]e el hijo de Dios a la ho
ra de su muerte no tubo donde reclinar su Caveza y yo, sin
do el mayor pecador del mundo, tengo almoadas en que po
nerla y cama en que descansar. Tales concideraciones
tenia, y tales cosas hablaba que quanto se hallaban presentes
quedavab admirados de oyrle y muy edificado de la
gran comformidad que tenia con la voluntad Divina en
sus trabajos, y de alli salian contrarios y compungidos. Muchos
hombres Doctos haviéndole oydo apuntavan las delicade
sas y sutiles puntos que decia declarando lugares de la sagrada
escritura y de los santos en orden a dar gracias a Dios
por la merced que le hacia en tenerlo tan lleno de Dolo-
res y fatigas; y con ser ellas tan grandes, nunca en todo el
discurso de la enfermedad se negó a Perzona que quisiese ha-
blarle como fuese negocio de ymportancia, ni alzó la mano
del Gobierno de su yglesia. Nadie le oyó pedir a Dios jamas
que le quitase los Dolores, sino con grande resignacion en la
Divina voluntad decia lo que nuestro soberano maestro-
Cristo dijo en el huerto: Padre y Señor, no se haga mi voluntad,
sino la tuya. Durole la enfermedad año y medio y al ca=
bo de este tiempo quiso Dios consolar á su siervo, y que
se acabasen sus trabajos y comenzase a gozar de los
premios eternos. Hallandose sercano á la muerte, pidió
el Santisimo Sacramento del altar, viático de aquella
larga Jornada y Reciviole con mucha devocion y lagri |