Año 1, Tomo 1, Número 4

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HIGIENE Dedicado á las madres de familia (continúa)

Nada más halagador para la tierna madre que recibir de su hijo la angélica sonrisa con que responde á los amantes besos; nada más bello que contemplar al niño haciendo sus primeros ensayos para tomar entre sus manecitas delicadas como lirio sonrosado el juguetillo qñe se le presenta, y leer en sus ojos los primeros destellos de su inteligencia que se manifiesta, ya por graciosos mohines, ya con muestras de desagrado por alguna contrariedad. Este desarrollo lento y gradual sólo se efectúa en buenas condiciones cuando el bebé goza de perfecta salud.

Uno de los elementos principales con que todos contamos para reparar el gasto de nuestros órganos es la alimentación. En los órganos y tejidos del niño, no sólo se efectúa un trabajo de conservación y reparación, sino que además tiene el organismo que crear en mayor cantidad los elementos necesarios para el crecimiento de todas sus partes. Por esta razón es de tan alta importancia la propiedad en la alimentación del niño, pues ella constituye, por decirlo así, los cimientos de ese edificio molecular que más tarde, cuando esté en pleno desarrollo, podrá resistir á los impetuosos huracanes de la vida, ó se derrumbará al menor soplo acusando á los que no supieron resguardarlo. ;

¿Qué madre vé con indiferencia la alimentación de su hijo? y sin embargo, con la más sana intención acercan muchas veces á los labios del niño sustancias nocivas, creyendo que cumplen con el deber de alimentarlo. Fijémonos por un momento en lo que acontece todos los días, y sin exagerar los hechos, fácil me será demostraros que inocentemente las familias preparan á sus niños de tal modo que más tarde son unos entes enfermizos é ineptos para trabajos tanto materiales como del orden intelectual.

Nace el niño, y después de las primeras inspiraciones que ponen en plena actividad sus órganos respiratorios, se escucha que en la garganta y el pecho hay una acumulación de mucosidades que impiden el libre acceso del aire á los pulmones. Inmediatamente que se observa esta dificultad, la mamá grande (que es en general la que toma la voz de mando en los casos de alumbramiento, escudada en la autoridad que le da la experiencia) á pesar de la superioridad que en ese momento debe tener la persona que asiste á la enferma, protesta y manda preparar la consabida agua de orégano para darla al niño por medio de la muñequilla y de esta manera cortar las flemas que amenazan ahogar al recién nacido. Hay aquí un primer punto que es necesario declarar suficientemente para evitar falsas deducciones: creen muchas personas que las flemas están exclusivamente en el estómago y que por eso es necesario propinar el cocimiento de orégano que obrando en el niño como vomi-purgante, lo librará de esa molestia. Es verdad que en el estómago existen, en las primeras horas que siguen al nacimiento, algunas mucosidades, pero estas en nada molestan al niño; su destino es deslizarse á los intestinos de donde serán expulsadas al poco tiempo. Las flemas se producen en los bronquios: son el resultado de la actividad pulmonar que no había sido puesta en juego sino hasta el momento en que el nuevo ser abandona el claustro materno, para vivir con vida propia; así pues, el agua de orégano carece de esa eficacia que se le atribuye, supuesto que va al estómago y no puede cortar lo que existe en las vías respiratorias. Pasadas algunas horas las flemas tendrán que abandonar la laringe, con sólo favorecer su expulsión colocando al niño en posición conveniente (acostado sobre un lado) para que sea fácil la salida de las mucosidades por la boca. Ninguna utilidad tiene el orégano, y en cambio se introducen con él principios irritantes que predisponen á los cólicos y mala digestión.

Permitidme, lectoras, que os dé un consejo: sed dóciles á las indicaciones de la persona que se encargue de prodigaros cuidados, cuando vayáis á ser madres; pensad que el arte de los partos ha abandonado la senda del empirismo para seguir la ruta que la ciencia traza, y no confiéis en la experiencia de vuesta familia, porque esa experiencia, ha sido conquistada antes de que la práctica de la Obstetricia estuviera encomendada á personas idóneas. Hoy la Profesora en partos no es la Comadrona de otros tiempos á quien le bastaba haber dado á luz un número considerable de niños, para librarse á asistir enfermas; hoy esa rama de las Ciencias Médicas, es cultivada por personas entre las cuales se cuentan muchas dignas de consideración por su saber y moralidad, y estas no pueden nunca aconsejaros sino lo que la ciencia les haya enseñado para bien vuestro y de vuestros hijos.

Continuemos examinando la manera más generalmente adoptada entre las familias para alimentar al niño en los primeros días de la vida.

Laa secreción láctea tarda habitualmente dos ó tres días para establecerse, y durante este tiempo, no queriendo que el niño esté sin alimento se le propina, siempre con la munequilla (que debería suprimirse porque no pocas veces ha causado la sofocación de los niños, ó por lo menos el algodoncillo ), jarabe de achicoria, ó yema de huevo mezclada con aceite de almendras. ¿Para qué introducir al estómago sustancias medicamentosas de que no necesita el que está en plena salud? Para qué fatigar ese órgano con alimentos que no podrán ser digeridos, supuesto que en esa época de la vida el estómago carece de principios que hagan asimilable otra grasa que la contenida en la leche?

No me acuséis de inhumana; de ninguna manera quiero aconsejaros que impasibles contempléis á vuestros niños manifestando la necesidad de alimento y que os neguéis á proporcionarlo á esos seres, encanto de vuestra vida. ¿Queréis purgar á vuestros hijos? la Naturaleza es previsora como buena madre: en la secreción láctea se encuentran principios que favorecerán el barrido (permitid - me la frase) del intestino, sin recurrir á la achicoria. ¿Queréis alimentarlos? dadles agua tibia con azúcar de leche: en esa sustancia les daréis un alimento apropiado á sus necesidades sin exponerlos á las indigestiones que puede producir el huevo con aceite.

Concluiré esta ligera é imperfecta plática, recomendándoos que no os acerquéis al seno á vuestros niños antes de las primeras veinticuatro horas. Hay casos en que será necesario apartarse de esta regla, hoy generalmente adoptada por los higienistas; pero estas excepciones toca al médico señalarlas y no á la madre. Si tenéis necesidad de que el niño dé al seno la forma adecuada, podéis hacer

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uso del tira-leche que os dará resultados más eficaces sin fatigar inútilmente á vuestro hijo ni molestaros vosotras.

Ya supongo al niño llegado al tercer día de su venida al mundo. ¡Qué alegría para las madres! ¡qué orgullo tan legítimo debéis sentir cuando amorosas tomáis á vuestro niño en brazos y lleváis á sus labios el nutritivo alimento que Naturaleza os dió para satisfacer las necesidades del bebé. Seguramente que si habéis cuidado de no irritarlo con el orégano ni indigestarlo con yema de huevo, conciliará un sueño tranquilo durante el cual al ver sus facciones en perfecta calma y entre sus labios jugueteando la cándida sonrisa, creeréis que está en animada plática con los ángeles del cielo. —MADRESELVA. (Continuará)

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