Violetas

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Pages That Mention Naturaleza

Año 1, Tomo 1, Número 4

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uso del tira-leche que os dará resultados más eficaces sin fatigar inútilmente á vuestro hijo ni molestaros vosotras.

Ya supongo al niño llegado al tercer día de su venida al mundo. ¡Qué alegría para las madres! ¡qué orgullo tan legítimo debéis sentir cuando amorosas tomáis á vuestro niño en brazos y lleváis á sus labios el nutritivo alimento que Naturaleza os dió para satisfacer las necesidades del bebé. Seguramente que si habéis cuidado de no irritarlo con el orégano ni indigestarlo con yema de huevo, conciliará un sueño tranquilo durante el cual al ver sus facciones en perfecta calma y entre sus labios jugueteando la cándida sonrisa, creeréis que está en animada plática con los ángeles del cielo. —MADRESELVA. (Continuará)

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Año 1, Tomo 1, Número 7

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LA ESCUELA NACIONAL SECUNDARIA DE NIÑAS

Tuvimos la honra de ser invitadas á la exposición de labores manuales en la “Escuela Nacional Secundaria de Niñas,” que con tanto acierto dirige la apreciable Srita. Rafaela Suárez, y fuimos agradablemente sorprendidas al encontrar allí como á la Hada misteriosa del progreso, á la simpática joven Sra. Romero Rubio de Díaz, que uniendo á su alma artista por naturaleza y por estudio la exquisita finura que la distingue, tuvo una mirada atenta para cada uno de aquellos irreprochables y laboriosos trabajos y un elogio merecido para cada una delas infatigables profesoras, que con tan brillante resultado han sabido dirigir la buena disposición de sus aplicadas alumnas.

Por no tener espacio suficiente, no podemos insertar á continuación el cuadro en que figuran los principales trabajos con los nombres de las inteligentes Sritas. por quienes fueron ejecutados y los de sus recomendables profesoras, pero en los números subsecuentes cumpliremos con satisfacer nuestros deseos.

Enviamos nuestra más cordial felicitación á este interesante grupo de estudiosas señoritas, haciéndola extensiva á los profesores de esa Escuela, cuyos exámenes presentados en el año que acaba de pasar, corresponden satisfactoriamente á sus afanes, y damos particulares plácemes á su digna Directora Srita. Rafaela Suárez, pues á su infatigable actividad y celo no sólo se debe el adelanto moral de la Escuela, sino el mejoramiento material del plantel que ella ha ensanchado y embellecido merced á las economías que ha ido haciendo en los gastos ordinarios asignados por el presupuesto.

Entre las mejoras debidas á la Srita. Suárez, hemos visto el salón de actos reedificado y decentemente amueblado. El salón de la Biblioteca perfectamente provisto ha sido también innovado, lo mismo que otras piezas destinadas á las clases, que están además enriquecidas con aparatos y útiles que sería largo enumerar. A estas mejoras se agregan las que la Dirección ha hecho con fondos asignados por el presupuesto con ese objeto.

La clase de Telegrafía debe sus dotaciones completas de oficinas telegráficas al señor Ministro de Fomento que las regaló por instancias del señor Ministro de Justicia é Instrucción Pública, y nos congratulamos al saber lo útil que ha sido el establecimiento de esta clase de Telegrafía para nuestro sexo, pues en los dos años y medio que lleva de establecida, han sido examinadas y aprobadas diez alumnas, seis de las cuales, tuvieron á su cargo en la Exposición de electricidad de la Escuela N. Preparatoria la sección de telégrafos, quedando aptas para desempeñar un puesto principal en cualquiera oficina telegráfica.

Nos felicitamos de saber que el Gobierno actual, consecuente con sus ideas progresistas, tiene fija su atención en mejorar esta escuela de enseñanza superior destinada al bello sexo, que está llamada á influir de una manera poderosa en ese paso avanzado de dar á la mujer de nuestro país una instrucción igual á la del hombre, y sentimos - que estas humildes líneas no tengan todo el valor que quisiéramos darles para encomiar suficientemente á la bien escogida Directora del interesante plantel. Tenemos especial admiración y respeto por aquellos que como la Srita. Suárez, consagran de una manera absoluta su existencia á la instrucción de la juventud, constituyéndose en los nuevos Josués que conducen al pueblo escogido del siglo XIX hacia la Tierra prometida de nuestros tiempos, la preciosa Canaán del Saber.

DOLORES CORREA Y ZAPATA

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Año 1, Tomo 1, Número 9

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De las tres maneras de lactancia, la materna es sin duda alguna la que debe preferirse y la que llena todas las condiciones que exige la frágil salud del recién nacido,

¡Qué elocuente lección de la naturaleza que prepara al niño su alimento más apropiado aun antes de que salga al mundo! mas á pesar de todo, muchas madres hay que no crían á sus hijos, ya por dificultades materiales, ya por dificultades morales. Como dificultades materiales verdaderas, existen la falta de secreción láctea, la Tuberculosis (tisis), y la Sífilis, porque existiendo el peligro de que la madre trasmita por la lactancia estas enfermedades, debe evitarse en estos casos que las señoras amamanten á sus niños. En cuanto á la mala conformación de los mamelones (pezones) ó las grietas así como la anemia y debilidad, no son verdaderas dificultades, supuesto que el tira-leche forma un buen mamelón, y los médicos saben combatir las grietas, la anemia, y la debilidad. Las dificultades morales son el resultado de la ignorancia ó de la vanidad más censurable. Hay madres que se niegan á criar á sus hijos, porque su belleza plástica no se altere; otras hay que no pueden prescindir de los paseos, terbulias etc., y encuentran más cuerdo dejar al niño en casa, y al eco de los aplausos que sus habilidades artísticas ó su hermosura les conquistan, olvidan el triste gemido de su hijito que al llamarlas ma. ... má sólo encuentra el rostro adusto ó las burdas manos de la nodriza cuyas miradas no tienen la dulzura de las de una madre; cuya sonrisa es forzada, y cuyo beso no imitará jamás la armonía deliciosa ni el fuego santo del beso maternal! Hay por desgracia otro grupo de malas madres que se sienten satisfechas cuando al hacer sus confidencias á una amiga le dicen en el colmo del orgullo: “me quiere tanto ese que no me deja criar á los niños; dice que gracias á Dios tenemos con que pagar una nodriza, y que no quiere que yo me desvele ni me moleste por nada.”

No os parece, lectoras mías, que aun cuando ese quiera ser mal padre, la madre debería decirle: “á tu hijo y á mí ámanos con más talento. ...?” No es verdad que la ostentación del cariño de ese vale menos que la aureola de pureza y santidad que rodea á la madre cuando tierna acaricia á su inocente hijo y lo aduerme sobre su seno? Ni en las miradas que enciende el deseo, ni en los aplausos de los que admiran sus talentos y belleza, podrá jamás encontrar la madre el poema de ternura que sin duda encuentra en la sonrisa del fruto de sus amores. ¡Con qué legítimo orgullo podrá la madre mostrar su rostro rugado pero radiante de dicha al lado de las juveniles y rientes fisonomías de sus hijos que ella amamantó! Esta es la verdadera grandeza de la mujer en el hogar; y si después llega á educar cristiana y sabiamente á sus hijos, con cuánta justicia podrá exclamar al mostrarlos: he aquí mis timbres de gloria!”

Voy á señalaros otro orden de dificultades materiales que las mujeres de la clase pobre de nuestra sociedad encuentran muy á menudo para amamantar á sus niños. Prestadme por un momento vuestra atención, y quizá después que reflexionéis algo acerca de mi imperfecta plática, entre vuestros párpados de rosa asome una lágrima y de vuestro pecho se es-

cape un suspiro de conmiseración, que será como tierna plegaria elevada al cielo en favor de la obrera, de la pobre mujer que trabaja sin descanso para ganar un mezquino sustento.

Habréis observado como yo, que en la clase llamada ¿mfima existe entre otras una virtud digna de elogio: la mujer que por amor, capricho ó inexperiencia comete una falta, no la cubre con un crimen, Visitad esa casa en donde los niños expósitos encuentran pan y abrigo, y veréis como yo he visto, que la gran mayoría revelan pertenecer á otras clases que á la del pueblo. Preguntad á vuestros amigos y ellos os dirán que en las estadísticas de infanticidio pocas son las víc= timas que pertenecieron á la clase pobre.

Habrá quien objete à esto que la mujer del pueblo no teme á la sociedad como sucede á la que pertenece á las clases media y aristócrata; pero á quien tal dijese, podríamos contestarle sencillamente: Si la mujer del pueblo no teme á la sociedad, en cambio su rudeza y la ignorancia de los deberes que la conciencia y la moralidad le imponen, harían disculpable el que abandonara á su hijo; pero la que por su ilustración ha adquirido mayor delicadeza en el sentimiento ¿cómo podrá encontrar disculpa en un hecho tan repugnante? En la mujer que por temor al anatema social mancha su conciencia con un crimen, yo encuentro una cobardía asquerosa; en la mujer del pueblo que reporta las consecuencias de su falta, y por no convertirse en asesino de su hijo resiste el hambre y afronta la miseria, encuentro un heroísmo digno de ser cantado por liras celestiales.

Consideremos por un momento uno de los hechos que presenciamos todos los días; una obrera: la infeliz toca ya al término de su embarazo; nadie la proteje, y va por las calles en las primeras horas de la mañana sosteniéndose en pie por un milagro de equilibrio; llega al taller y allí olvidando ó sobreponiéndose á sus molestias desempeña su tarea, se alimenta mal y regresa á su casa fatigada y con un escaso jornal que le costó grandes afanes. Así pasa los días; pero llega el momento en que da á luz á su hijo para quien sólo tiene harapos y una leche escasa y de mala calidad. ¡Pobre mujer! carece de protección, pero le afecta más la carencia de alimentos para los individuos de su familia á quien tal vez sostenía con el exiguo producto de su trabajo. ...! Qué horrible martirio! Mas no es esto lo peor; á penas convalesciente abandona su miserable lecho, y con su hijo en los brazos va de taller en taller solicitando ocupación, la que se le niega porque el chiquitín no la dejará trabajar y con su llanto molestaría á las demás obreras. A qué recurso apelará esta desdichada? En este caso, algunas no queriendo abandonar á sus hijos por completo, buscan entre sus amigas una que se encargue de criarlos y ella se coloca de nodriza, única ocupación que es mejor retribuida. Será esta mujer una buena nodriza? Ciertamente que no, supuesto que la angustia porque dejó á su hijo y la presión moral que sufre todo el que está obligado á hacer lo que no le agrada, la tienen inquieta, displicente, poco cuidadosa con el niño ajeno á quien tiene que darle el alimento que pertenece á su hijo. Es esta una, mala madre? ¿es censurable la que sin protección se encuen

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EDUCACIÓN DOMÉSTICA

Todos los modernos pensadores convienen en que la prosperidad social, y la felicidad individual y colectiva de la gran familia á que pertenecemos, dependen de la educación de la mujer.

En efecto,siendo ella la legisladora de la familia, importa mucho educarla convenientemente para que, cuando reine en el hogar, su imperio sea dulce, pero sólido, seguro, irresistible.

Si todas las madres tuvieran presente que sus hijas también desempeñarán algún día el mismo sublime papel, les enseñarían á fondo todas las importantes obligaciones que tienen que llenar como madres, como amas de casa, como educadoras de sus bijas.

Es muy común atender de preferencia á la adquisición de conocimientos que más tarde han de arrancar aplausos y halagar la vanidad de las jóvenes, inspirándoles desde muy temprano el deseo de lucir y rivalizar con sus compañeras; y ver con culpable indiferencia el cultivo de sólidas virtudes que han de asegurar un día su reinado en el hogar. ¡Qué injusticia la nuestra! ¡Damos á nuestras hijas una educación frívola é insustancial, y nos desesperamos luego al verlas desgraciadas! Queremos que el perfume de las virtudes y de la felicidad sature siempre su existencia, cuando hemos descuidado poner en su corazón la semilla que debe producir tan apetecidos frutos.

Si las hacemos exigentes, caprichosas, egoístas, ¿cómo queremos verlas dulces, dóciles y tiernas?.... Pero.....

¿es esto cierto? ¡Una madre puede inculcar en el corazón de su hija mezquinas pasiones que harán su desventura!...

Desgraciadamente cuando la mujer no está bien educada se convierte en un positivo mal para sus hijos, y tanto más temible cuanto que las virtudes ó defectos de la madre se reflejan en los seres que sienten la influencia de su. ejemplo. Este tiene más poder en las hijas, ya por la afinidad de organimos, ya por la comunidad de ideas, ya en fin, por el supremo ascendiente del amor materno.

De aquí resulta que una mujer que no sabe todas esas pequeñas é indispensables virtudes domésticas, que son las columnas del templo de la familia, hará madres como ella, que por negligencia para instruirse en sus dulces, y delicados deberes, convierta su hogar en ruinas, dentro las cuales se levantarán terribles la discordia, el desencanto, la desgracia, y tal vez el odio.

Muchos genios superiores han tratado con verdadero acierto el importante asunto de la educación de la mujer, y aunque nada nuevo tengamos que decir sobre cuestión tan estudiada, nos proponemos sin embargo, coleccionar algunas ideas, no para presentar un ideal irrealizable, sino para generalizar algunos principios de práctica aplicación en la familia.

No podemos ofrecer á nuestras lectoras un rico caudal de consejos atesorado por la experiencia, ni podemos decirles que nuestras observaciones son el resultado del profundo estudio que hayamos hecho de la vida doméstica; pero sí podemos asegurarles que, la profunda simpatía que sentimos por todas las madres nos ha inspirado la idea de ofrecerles este pequeño trabajo, que no tiene las pretensiones de un plan perfecto de educación, y que ha sido dictado por el sincero deseo de ayudar en algo en sus tareás al ángel de ternura, de abnegación y de amor que guía nuestros pasos en el mundo.

Mateana Murguía de Aveleyra. (Continuará).

REGLAS HIGIÉNICAS. (TRADUCIDAS DEL FRANCÉS)

I

Usad con moderación de las cosas de la vida, evitando en todo caso los excesos, porque ellos son contrarios á la salud.

II

No cambiéis súbitamente de aquello á lo cual estáis acostumbrado, porque siendo el hábito una segunda naturaleza, se la debe respetar; y como la naturaleza jamás procede bruscamente, es necesario imitarla.

III

La paz del corazón y la tranquilidad del espíritu, son los mejores amigos de la salud; las pasiones tristes y violentas son sus enemigos.

Los accesos de cólera, celos, odio, etc., etc., conmueven todo el edificio humano, y repercutiéndose en el corazón, precipitan sus latidos. Por el contrario, la melancolía y

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dr e la que no haya estudiado la gravedad de sus deberes, la altura de su misión y la terrible responsabilidad que tiene ante la familia y la sociedad. Mas para atender á la educación de la mujer, bastará con que desde la más tierna infancia se le haga ingresar á los colegios? ¿Acaso por el solo hecho de que la mujer posea ciertos conocimientos y cierto grado de ilustración, ya está libre de la seducción, de ese temible enemigo del sexo débil? La vida práctica y la historia demuestran lo contrario, y ambas nos presentan á las pasiones dominando en todas las clases sociales, sin exceptuar á las personas de notoria instrucción, quienes en no pocos casos sienten más su tiranía. Preciso es convencerse en vista de esto, de que si la ignorancia y la necesidad prestan gran contingente al vicio, también los principios fijos y la debilidad de creencias son las que hacen olvidar los más sagrados deberes á todas esas infortunadas mujeres que á cada paso nos presenta la civilización moderna, hundidas en el cieno de la prostitución.

Necesario es prescindir de esa educación que reciben las jóvenes en algunos colegios, que sólo contribuye á fomentar la vanidad de la mujer, proporcionándole ideas que más tarde la llevan á creerse sabia porque habla más ó menos bien el inglés y francés, toca medianamente algún instrumento, dirige el lápiz sobre el papel satinado, tiene algunas nociones de historia y geografía y sabe de memoria algunas fórmulas sociales; y creyéndose con esto rica de sabiduría y dando por terminada su educación, rehusa inspeccionar los trabajos de sus criados; conceptúa iudecoroso de su ilustración confeccionar sus trajes y vestir con sencillez y se ocupa únicamente de mil bagatelas y frivolidades. Esta falsa y decantada ilustración, es la que proporciona á la mujer un amor propio sin límites, un orgullo insoportable, una extremada fatuidad y una odiosa altivez. Esta es la llamada instrucción que posee esa multitud de frívolas jovencitas que encontramos á cada paso en la sociedad, donde se hacen notar, por lo que nombran despejo, vivacidad é ingenio y que yo llamaré, desenvoltura y pedantería, por no darle otro nombre. Austeras en su moral y voluptuosas en su conducta, hablan constantemente de virtud, al paso que anhelan el placer: no buscan en el matrimonio más que los deleites del lujo y del amor, desechando los deberes de la: maternidad: elogian á la humildad, y se sonrojan de saludar en presencia de otros á algunas de sus amigas, cuya fortuna no es igual á la suya: el deseo de captarse la admiración dle todos, las hace ser inconstantes y sin principios fijos. Sin piedad, sin religión, sin moralidad, sin plan y sin principios, concluyen por causar la desgracia de su esposo, si algún desgraciado cautivado por su hermosura física ó por su aparente y superficial ilustración, les ofrece su corazón y su mano.

El único recurso que hay (en mi humilde opinión) para evitar ese cámulo de males que redundan forzosamente en perjuicio de la sociedad, prescindiendo de toda preocupación, es no formar bachilleras y séres inútiles para todo lo que no sea cubrirse de afeites, lazos y perfumes, sino impartir á la mujer una sólida enseñanza sobre bases religiosas, de las que no se puede prescindir, sin acabar con la sociedad. No basta la ley civil para evitar el vicio; es necesario un temor superior, una esperanza más sublime y menos flexible. La ley civil anatematiza por ejemplo, el adulterio, pero sólo desde que este crimen se presenta ante

ella; esto es, desde que es un hecho y se manifiesta al ex. terior; mas la virtud y la religión lo condenan desde que la imaginación lo concibe permitiéndolo la voluntad.

Necesario es que las madres, convirtiéndose en amorosas maestras, guíen siempre los primeros pasos de sus hijas hacia la instrucción, y que sólo hasta que en el infantil corazón de la mujer estén profundamente grabadas las ideas de virtud, religión, amor filial, modestia, laboriosidad y demás sentimientos que la trasforman en un sér amable y privilegiado, le toque su vez á los maestros, que hallando el terreno bien preparado, encontrarán discípulas inmejorables, dóciles y atentas á sus explicaciones.

Lo primero que se debe inculcar á una niña es el amor á la virtud, á la religión y á la fe: esta, es el único y más seguro refugio que nos queda en la adversidad, y el pedestal inmutable de todas las virtudes.

Un corazón sin fe, es un erial, un árido desierto, un campo estéril é infecundo, ajeno á todo cultivo y que no ofrece ni rosas aromáticas, ni frutos deliciosos.

¡Cuántas veces en los pesares de mi vida, en que mis ilusiones se han trocado en la más espantosa realidad, dejando en mi pecho un vacío terrible y desconsolador, he encontrado un suave lenitivo en los sentimientos de fe que mi buena madre y mis sabias profesoras grabaron en mi corazón!

La franqueza, la dulzura, la inocencia y el pudor, conservan la virtud; los vicios por el contrario, la alejan. Para conservar en nuestra alma tan preciada joya, se debe sacrificar sin vacilación alguna las exigencias de la vida material. La laboriosidad, es la segunda base de la edu— cación femenil, haciendo que la mujer adquiera en el amor al trabajo, una segunda naturaleza. Desde que la mujer se halla en las albores de la vida, se la-debe acostumbrar á levantarse con la aurora, haciendo que ayude en mayor ó menor escala según su edad, al aseo de la casa y el suyo propio, de manera que á la bora del desayuno, se halle vestida, limpia y peinada, y tenga aprendida alguna de sus lecciones. Siempre se le debe instruir con preferencia en todos log conocimientos necesarios al hábil gobierno de una casa, y lespués, desarrollar su inteligencia, para presentarla en la sociedad rica de adornos morales, más bellos, útiles y preferibles que los chales, gasas y blondas.

Una joven debe aprender forzosamente toda clase de trabajo doméstico: á distribuir el tiempo para sí y para sus criadas: á llevar la cuenta del gasto diario y á no desear nada más de lo justo, ni á envidiar el lujo y posición de las demás.

Necesario es que desprecie por vanos, ridículos, anti-estéticos y anti-higiénicos, todos esos caprichos de la moda que nos vienen del extranjero y por cuya adquisición, doloroso es confesarlo, sacrifican multitud de mujeres la paz de su hogar y el patrimonio de sus hijos.

¡Cuán pocas son las damas que dejan un periódico de modas para sucribirse á otro de ciencias y literatura! En cambio á muchas he visto enrojecerse de vergiienza cuando no van vestidas á la dernière.

Ojalá que todas las mujeres adquiriesen una profesión, arte ú oficio conforme á su inteligencia, aptitud y fortuna, para que le sirviese de escudo contra la miseria en todas las eventualidades de la vida, cuidando de que esto no sirva únicamente para halagar su vanidad, sino para pro

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