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Las adoraciones que tenían eran al DEMONIO, que, algunas veces, hablaba con ellos dentro de ídolos de piedra labrada, [unos], hechos [en] figuras de persona y, otros, hechos en figura del DIABLO. A estos [ídolos] llamaban ellos PUPUCA, porq[ue] "echaban humo" por los ojos y por la boca. Estos ídolos diabólicos les avisaban de las guerras que contra ellos se armaban, dos y tres días antes que los enemigos llegasen a sus pueblos, y les aconsejaban lo que habían de hacer para defenderse, o para darse de paz.
Acostumbraban de tener todas las mujeres que cada uno podía sustentar y, si el vecino v[e]ía que en alguna forma no las sustentaba conforme al uso q[ue] tenían, iba a la casa del otro y le quitaba las mujeres que le podía quitar, como no hubiesen parido dél; q[ue], si tenía hijos suyos, no se las quitaban, aunq[ue] no las pudiese mantener. Y esta guerra y enemistad tenían todos dentro en sus pueblos, fuera de las guerras q[ue] tenían ordinarias con sus enemigos; que, aunque se hubiesen quitado las mujeres los unos a los otros, no por eso dejaban de ser amigos.
15. Gobernábanse por mandato del más valiente y, si éste venía a faltar, obedecían luego, en su lugar, a otro de los valientes: [a]l que más hazañas mostrase hechas. Peleaban con arco y flecha y, después q[ue] la munición se les acababa, usaban de macanas que todos traían en la cinta. El hábito y traje que traían, era solamente una o dos mantillas atadas al cuello, q[ue] les allegaban a la rodilla; ahora usan traer Camisas y zaragüeles, o calzones de algodón y de lana, y algunos traen jubones y, en lugar de capas, traen unas mantas, blancas y pintadas, hasta las piernas. Y andan, todos, con sombreros de fieltro, y de paja o palma pulidam[en]te labrados. No se acuerdan de que haya habido mortandad o pestilencia entre ellos, antes q[ue] los cr[ist]ianos viniesen; [dicen] q[ue], las que ha habido, han sido después que estas tierras fueron conquistadas. No se entiende la causa de haber habido pestilencias y mortandades. Y, la primera que hubo, hizo más estrago en las tierras calientes que en las frías; y, ésta que hubo el año de setenta y siete, hizo más daño en las frías que en las calientes, porque no murieron casi ningunas [personas]: aunq[ue] ninguno se escapó de caer en la peste, llegando todos los más muy a lo último, y, con poco regalo, convalecieron.
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